1.
REIF: ¡Qué bien, vamos para España! Allí la gente habla normal.
TENIENTE: Y es todo llano.
Salimos de Oporto bien tempranito, después de desayunar en la pasteria del día anterior, hacer millones de cambalaches con las maletas, del apartamento al hotel, de mi habitación abajo, de..., y después de que las niñas se dieran cuenta de que el dueño del hotel y el apartamento estaba enfadado con nosotros porque creía que había hecho mal negocio, cosa que yo también pensaba.
Fuimos mucho más hábiles para salir de Oporto de lo que lo habíamos sido para entrar, como habíamos demostrado el día anterior, y emprendimos regreso a la patria, con la Lugareña conduciendo y la Teniente y yo echando siestas por tiempos. Creíamos decir adios a las cuestas y a nuestra propia estupidez, motivo de todos los problemas.
2.
TENIENTE: ¿Dónde está Reif?
LUGAREÑA: Fumando fuera.
TENIENTE: Pero si esto es España.
CAMARERO: Sí, aquí se puede fumar.
Siempre soñé con ser director de cine para poder hacer una única cosa: mi road movie. No voy a dar ideas, porque la esperanza nunca se pierde, pero algún día se lo contaré a alguien. Y siempre recuerdo eso cuando hago un trayecto medio largo en coche. Como es el caso.
Los paisajes ya se me han olvidado. No puedo describirlos. Entre otras cosas porque, como ya he dicho, me pasé gran parte del trayecto durmiendo. Paramos en Zamora a comer en el único restaurante de carretera pijo del país, donde nos clavaron por una ensaladilla rusa, ya que fuimos lo suficientemente imbéciles como para no pedir la carta, y continuamos durmiendo camino de El Escorial, acuaplanning incluido (porque si no, no sería un viaje nuestro) debido a un tormentazo que había caído en Segovia.
Llegamos a El Escorial pasando delante de Berta, ese ordenador que tiene todos los datos de todos los españolitos, y del Valle de los Caídos, donde no paramos porque se nos había olvidado coger el cemento. Y una vez en casa de la Lugareña, nos aseamos y la Teniente y yo dejamos a la familia unida para que hablara de sus cosas.
3.
REIF: Menos mal que para la final estoy en Bilbao.
TENIENTE: Va a ser igual.
REIF: Pues me voy con los borrokas.
Dimos una vuelta por El Escorial, donde hay las mismas cuestas que en Portugal, para desintoxicarnos poco a poco. La lluvia había conseguido que hiciera un bochorno de impresión, y, para seguir rememorando las vacaciones pasadas, quisimos subir caminando a San Lorenzo, para tomar un vermú. La Patrulla del Colesterol nos informó de que el camino era largo, pero eso no nos detuvo. En su lugar lo hizo la Lugareña, que nos echó la bronca por teléfono cuando le contamos nuestros planes, y nos obligó a ir a buscar el coche para subir.
Llegamos a San Lorenzo del Escorial y nos las vimos negras para aparcar, para no perder la costumbre. A partir de ahí, y en aras de la rememoración, volvimos a ir pasando por miles de bares sin decidirnos a entrar en ninguno hasta que encontramos una plaza que la Teniente recordaba, donde estaban los mismos muchachos disfrazados de la selección española que en resto de bares, porque España jugaba la semifinal de la Eurocopa.
España marcaba goles a Rusia mientras nosotros éramos los únicos que no nos levantábamos de la terraza para verlo, porque somos apátridas o algo.
Terminamos de cenar justo cuando acababa el partido, para cruzarnos con todos los millones de coches de niñatos llenos de banderas que pretendían dejar sordo al pueblo, mientras ideábamos una estrategia por si venían a pegarnos si no les seguíamos con el claxón. Y es que la gasolina está cara para trabajar, pero no para algo tan importante como el fútbol.
Llegamos a casa de la Lugareña, donde seguía la reunión familiar. La Teniente tenía ganas de pegarle una paliza a la cama, pero yo ya había dormido lo suficiente por el camino, así que me reuní con el resto de la familia para terminar invitando a A., una de las hermanas de la Lugareña, a venirse a mi casa en verano, como si no tuviera la casa de su hermana a tres bloques de la mía.
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