jueves, 29 de enero de 2009

¡ A las barricadas! (II)

Lema del día: Lo mal que se distribuyen los bombazos...

De todo el mundo es conocido lo mal que se usa el dinero de nuestros impuestos. Hace ya tiempo que me quejaba (y me seguiré quejando) del tener que mantener a una familia entera que se dedica a vivir del cuento según un modo de gobierno anacrónico y clasista.
Me quejo (y me seguiré quejando) de la distribución (y creación) de Ministerios (con lo que cuesta eso) inútiles en aras de la corrección e intereses políticos (que me expliquen la necesidad de Ministerios independientes de Igualdad y Vivienda o Secretarias de Estado de Deporte, sin ir más lejos, con el gasto injustificado de millones que eso conlleva).
Me quejo (y me seguiré quejando) de la cantidad de altos cargos y cargos intermedios que llenan todas y cada una de las administraciones públicas que para lo único que sirven es para pagar favores y hacer más caro y difícil lo que podría ser sencillísimo.
Pero lo de las obras públicas es ya de cágate lorito. Cada vez que sufro la T4 y pienso que gran parte (si no todo) de lo que costó una terminal (que en realidad son dos funcionando como una, con el caos que eso conlleva para ir de una a otra cuando tienes que enlazar con media hora), y que está construida con dinero del Estado para una empresa que se privatizó de mala manera (como todo en el gobierno del amigo de Bush) y que, por lo tanto, no es pública y se podría buscar las habichuelas por ahí... me entran ganas de llamar a la embajada de Israel y decirles que los de Hamas tienen los arsenales distribuidos entre la terminal de los cojones y el Ministerio de Fomento. ¿Por esa barbaridad no le piden explicaciones a Maleni?


jueves, 15 de enero de 2009

Me enredé yo solito.

Lema del día: Con lo fácil que soy para algunas cosas...

Todo empezó el viernes. Había quedado con Dareka para verla, una vez pasadas las fiestas navideñas, y aprovechar para ir a las rebajas debido a que nuevamente mis amigos se han vuelto a acordar de mi para casarse todos el mismo año e invitarme a una boda con dos meses de antelación en la Catedral de Sevilla (yo, en una boda en la Catedral de Sevilla, ¿pero qué pasa?, ¿pero qué invento es este?). Con lo que en búsqueda de abrigo partí. Y en ese tramo me enamoré. De un abrigo de precio inquietante aun teniendo un cincuenta por ciento de descuento. Como me enamoré a primera vista pero tuve un ataque racionalizador a pesar de tener la tarjeta de los grandes almacenes donde los vi, esa que te permite comprar a plazos sin intereses y que haría que me lo pudiera permitir (no quiero hacerle más publicidad al El Corte Inglés de la que le hago normalmente), opté por otro de facturación normal pero que simplemente me serviría para pasar la noche. Lo mismo que cualquier borrachera, vamos... Y de ahí, precisamente, Dareka y yo fuimos a emborracharnos y terminamos, como de costumbre, hablando con gente que no volveremos a encontrarnos y haciéndonos íntimos amigos de abogados que nunca nos defenderán, aparte de diseñarnos trajes para carnaval que de salir como pretendemos pueden ser grandes éxitos en estas páginas.
Lo que iban a ser unas horas de tiendas terminaron casi en intoxicación etílica a horas no demasiado decentes para tener que levantarse el sábado a hora más que intempestiva para no trabajar porque me iba de cumpleaños. Pero me levanté para continuar bebiendo.
Iba a ser un asadero (barbacoa para el que no lo entienda) en el campo, que por más que todos sabíamos que había estado lloviendo toda la semana, teníamos esperanza de poder realizar. Y es que el que crea que yo soy el único inconsciente no conoce a mis amigos. Como el campo tuvo el mal gusto de no secarse en las únicas dos horas que no llovió por la mañana, cambiamos planes y terminamos en un chalet en la playa montando toldos para la lluvia que luego no usaríamos porque hizo un sol espléndido, ya que el tiempo es así, lo publicó Andrew Bloch hace años en La ley de Murphy, llevo siglos diciendo que se debería estudiar en todos los colegios como asignatura obligatoria. Por más que hiciera sol, catorce horas bebiendo cerveza, al lado de la playa con la humedad que hace y sin pasar de veinte grados consiguieron que el domingo por la mañana sólo me hiciera falta una salchicha en la boca y cantar "yo soy esa, la que pone la picha tiesa" para ser Carmen de Mairena, porque mi ya en proceso de perpetuo catarro no mejora ni en casa ni en la calle ni con alcohol a pesar de que es desinfectante y mata todos los bichos. Pero aproveché el tiempo perdido para aumentar mis amigos y mis clubes de fanes del facebook (qué forma más tonta de perder el tiempo) y organizar un poco la semana bloguera, lo que incluyó decepcionarme como pocas veces observando como Allen se vendía al mejor postor con tal de ganar perras en una cinta inmunda (destrozada aquí). Sin embargo, el amor seguía en el aire, y ya había tomado una decisión.
Del abrigo del que me enamoré perdidamente sólo quedaba mi talla. El lunes pensaba ir a buscarlo. Si quedaba en pie sería una señal y me lo tendría que comprar, si no estaba, buscaría un puente para tirarme como un amante despechado. Y eso hice por la tarde después de la única mañana decente de trabajo de toda la semana. Evidentemente, como sospechaba, no estaba. Es lo que tienen los buenos vendedores y los descuentos portentosos en marcas carísimas, que se venden a pesar de que se dice que no hay perras. Para ahogar mis caprichos consumistas, fui a exculpar mis deudas con la SGAE (por favor, que la humanidad en pleno firme esto) comprando buenos discos, y terminé haciéndome íntimo amigo de uno de los responsables de la sección de música, melómano empedernido, que al echar un vistazo a lo que me estaba llevando y observar el nuevo de The Killers en vez de alguna porquería del Bisbal o alguno de estos se volvió loco y comenzó a recomendarme cosas y a ponerme música fantástica que no estaba en los expositores, a invitarme a eventos musicales que organizaba él, a decirme que dejara discos que llevaba porque no estaban bien resueltos, y terminó dándome su tarjeta y presentándome al otro responsable para que me conociera por si tenía algún problema alguna vez. Tan flipado me quedé que tuve que volver a irme a beber porque no me pareció normal, por más encantado que me fuese, que quieren que les diga.
Y ya ahí me terminé de perder. Es lo que tiene tener amigos de vacaciones cuando uno está trabajando y es débil. Empiezas un lunes por la noche yéndote a tomar un par de cañas y ya el martes te quedas dormido y llegas tarde a trabajar. Como normalmente nadie coge el teléfono, en mi trabajo no hay cobertura y nadie mira el móvil, decidí no llamar para no llegar más tarde de lo necesario y salir pitando. Por poco llaman a los bomberos y a la Policía para que me busquen. Por cuarenta y cinco minutos de nada. Pero la hecatombe se iba fraguando. A la hora de terminar, yo seguía en la consulta con nosecuantitas cosas pendientes de escribir. Eso no me impidió ir a comer a un delicioso restaurante al que quería ir desde hacía siglos y en el que milagrosamente los que estaban de vacaciones habían podido conseguir mesa de forma improvisada una hora antes y empezar así una jornada que acabó mezclando pacharanes con orujo de café hasta las tantas.
Tras dormir cinco horas escasas me fui a trabajar puntualmente (lo que para mí supone cogerme los veinte minutos de cortesía que me tomo para todo) pero más muerto que vivo, porque uno ya tiene una edad (recuerdo que digan lo que digan las matemáticas yo el año pasado cumplí 27 y no vuelvo a cumplir más nunca hasta nueva orden) para echar un día espantoso porque no faltó nadie. Pensaba irme a dormir la siesta directamente, pero en el último momento me apunté a una comida al lado de casa que acabó cerca de las dos de la mañana en casa de un amigo bebiendo cerveza y hartándonos de reír con vídeos del youtube después de haber visto el partido del Atleti. Cosa que, y es a lo que voy, provocó que me hiciera fan en el facebook de otro video de frikis más, el Contigo no bicho (reconozco que es divertidísimo), añadiera más gente a los amigos, escribiera alguna que otra barbaridad... y no ha sido lo único que han conseguido los efluvios enólicos.
Le prometí a Josito que le haría un club de fans, le pedí a una amiga que me hiciera uno a mi a instancias de otra amiga que me lo insinuó para poder hacerme fan de mi mismo (cosa que me pareció muy buena idea), a pesar de que había prometido no hacerme fan de nada ya llevo cuatro grupos esta semana, he creado uno (para quemar vivos a los de la canción Barcelona) y, eso fue también anoche, me he apuntado a un viaje a final de mes a Lisboa aprovechando que me quedan días del año pasado... cosa que no es la primera vez que hago borracho y que va a hacer que posponga viaje a Barcelona que puede hacer que un amigo se cabree mucho, mucho, mucho conmigo.
Y digo yo, porque siempre me pasa lo mismo, si todos esos que durante tantos años han realizado esfuerzos ímprobos por ligar conmigo sin conseguirlo a costa de mirar, pasar, intentar resultar sensuales o decir frases tópicas de esas con las que a mi o me entra la risa floja o me ponen nervioso consiguiendo que les arranque la yugular hubieran sabido que con ir de coleguitas y esperar a que me tomara un par de cervezas y simplemente proponerlo podrían haber hecho conmigo lo que les hubiera dado la gana... probablemente a estas alturas no tendría dos blogs ni sería uno de los más firmes candidatos a ser el más friki del facebook. Claro que no tendría de qué quejarme y entonces si que me podría dar un ataque.


domingo, 11 de enero de 2009

Mitología griega para lerdos. (MGPL) Introducción

Lema del día: Esta serie no lleva lema.

Aunque haya gente a la que le pueda parecer increíble, esto mismo que muchos hacemos para intentar no caer en la droga (con mayor o menor éxito) que es leer, instruirnos y escribir y transmitir lo que leemos, hay otros a los que les pagan por hacerlo. Son los sabios oficiales. Esos mismos señores son los que publican libros donde nos cuentan lo que realmente tenemos que saber para que no nos equivoquemos a la hora de interpretar lo que leemos. Por eso hay que hacerles caso.
Sin embargo, por más que a veces lo intenten, a algunos nos cuesta trabajo imbuirnos en tanta materia, mucha de ella filosófica, por cuestiones de tiempo (o directamente intelectuales, para que engañarnos). Es por ello que desde estas cada vez menos humildes páginas, y considerando que la cultura no sólo debe ser adquirida sino transmitida, iniciaremos nuevo serial (cuando el anterior todavía está por ahí en barbecho) a fin de que nadie tenga que perder más tiempo del necesario para poder enterarse de los entresijos la primera base de nuestros antepasados culturales, aprovechando que se me cruzó el cable a final del año pasado y decidí releerme todo lo que ya me había leído en la adolescencia y mi formación universitaria consiguió que olvidara (la Universidad, ese gran invento).

P.D. Si, me habeis pillado. Ni me creo tan listo ni soy tan altruista. En realidad esto lo hago para intentar evitar empezar siete libros a la vez y no terminar ninguno... aunque veremos a ver si sirve de algo.


jueves, 8 de enero de 2009

A petición popular

Lema del día: Qué duro es tener fans.

Kirin/The Wolf (algún día me aclararás la dualidad, porque yo sigo sin entenderla) me solicitó una reseña de las fiestas navideñas. Me debo a mi (escaso) público, lo se, pero me temo que dicho relato no esté a la altura no por ganas ni por tiempo, sino por tanta neurona confundida. Y me explico.
Las fiestas navideñas comienzan con las comidas navideñas, celebraciones que se basan en que se reunen un grupo de gente que en muchas ocasiones no se caen bien a hacer el paripé y comportarse como si fueran amigos de toda la vida. Yo no soy de esos y lo primero que hago es agenciarme sitio al lado de los míos aunque sea a costa de no saludar a nadie como pasó este año para poder sentarme al lado de quien quiero sentarme. Luego se bebe mucho mucho y ya se pasa al saludo al acabar de cenar.
Cuando se está lo suficientemente borracho te empiezas a reir del jefe (mangándole el sombrero que lleva y que nadie se atreve a quitarle por si se cabrea) y a bailar con todo el mundo bailes sexys mientras se beben y se beben cubatas servidos por camareras que de mayores quieren ser Tracy Lords y niñatos modernos se meten en medio intentando ligar con mujeres que podrían ser sus madres y que no quieren nada con ellos.
Acompañando a estas "reuniones de trabajo" se encuentran las reuniones de amigos, cenas, comidas, cafés o cañas, donde se termina bebiendo y bebiendo en aras del buen rollo y que sirven, sobre todo cuando se vive en una isla y la mayoría de los amigos somos de fuera, para desearnos que los reencuentros familiares sean lo menos dolorosos posibles. Por ello hay que beber mucho.
Se coge un vuelo en el que no se puede dormir porque te toca pasillo y la azafata no para de darte con el culo en la cabeza cada vez que pasa, y cuando llegas al aeropuerto de Sevilla te das cuenta de lo que tiene que sentir David Beckham en cualquier parte del mundo, al salir por una puerta minúscula donde millones de gentes esperan a sus seres queridos y a niños comprados en el extrajero (¿nadie se da cuenta de lo raro que resulta que doscientas personas esperen a un niño camboyano que no tiene ni idea de español llamándolo Miguel?).
En eso que llegas a tu pueblo a las ocho, dejas la maleta en tu casa y a las ocho y media ya estás con tu madre tomándote la primera cerveza. Y hasta ahí puedo contar de mi estancia en mi pueblo. Lo más que recuerdo es oír cada cierto tiempo "Otro chupito de vodka caramelo" y "Otra copa, ¿no?" con cierta regularidad durante una semana. Es la única forma sensata de poder sobrellevar una semana con la familia.
Llegas un domingo por la tarde y, para no perder la costumbre, te vas a una fiesta que organiza tu jefe, y en la que, debido al rodaje de la última semana, consigues estar completamente sobrio hasta las seis de la mañana a pesar de no parar de beber y conseguir perder un posible plan precisamente por no estar desinhibido y por la paliza que te están dando los amigos que sí están borrachos porque no han acostumbrado su hígado a dosis ingentes de orujo para mantener el grado de alcoholemia. Además de para darte cuenta de lo insufribles que son los imbéciles que cuando están borrachos van de graciosos. Porque yo no es que vaya, yo es que lo soy.
Dos días después empiezas a trabajar, veinticuatro horas de golpe metido en un hospital. Y ahí es cuando comienza a fraguarse de verdad el desastre. Es de todos conocido que hay dos formas de no empeorarse de un resfriado: o te quedas en casa y haces cosas sanas, o te vas a la calle y te comportas como un auténtico crápula, porque ya sabemos que el alcohol desinfecta y mata todos los bichos. Y si en vez de hacer cualquiera de esas cosas te comportas como una persona responsable, salvo para hacerte fan de millones de tonterías en el facebook (incluyendo la borracha de la mancha de callejeros o el peluquero de la duquesa de Alba), la nochevieja se presenta con una tos de perro y sin el chichi pa farolillos. Con lo que no pude hacer otra cosa que emborracharme, salir y llegar a casa de día a pesar de que en la cutrefiesta a la que fuimos (en la que todo el mundo, incluido yo, iba de chaqueta) se acabaron las bebidas prontísimo.
Intenté mantener el hábito enólico hasta el fin de semana, en el que había decidido comenzar a cuidarme, y para ello habíamos decidido ir por fin a comer a un restaurante, el 17 grados, donde pretendíamos comer desde hacía un año, y que resultó otro querer y no poder más, en ese intento que tienen en esta ciudad todos los restaurantes pretenciosos de resultar tan pedantes en el trato que parezca que te están perdonando la vida cuando en un sitio de estas características te deberían tratar como un rey. La composición de los menús (y casi que de los platos) era otro despropósito. Y la deliciosa decoración de muebles antiguos en comparación con los baños, directamente viejos, me dejó sin habla. Para recuperarla, tuve que recurrir al pacharán, y el sábado me levanté con dolor de cabeza y deseando recomponer mi garganta. De nada ha servido. Tras una semana de vida cuasi monacal, estoy cada vez peor, con lo que como no trabajo hasta el lunes, he decidido que a partir de mañana me voy a echar a la calle. Llueva, truene o relampaguee.
He dicho.

P.D. Y ni siquiera he decidido si continuar con ese pretencioso (pero necesario) Catálogo de buenas costumbres que inicié el año pasado, y por cuyo ambicioso planteamiento me da tanta pereza retomar, ni he comenzado aquella Mitología griega para lerdos con la que amenacé a amigos y conocidos cuando comencé a releerme a Hesiodo... qué desastre.