viernes, 13 de julio de 2007

De boda en boda. Capítulo primero.

Lema del día: Si se encuentra bien, no se preocupe. Se le pasará (en cuanto llegue de vacaciones).

Las vueltas de vacaciones son siempre espantosas. Te encuentras con todo lo que se tendría que haber hecho en tu ausencia, básicamente porque no contratan a nadie para sustituirte. Como yo lo sabía, y el viaje a Cuba me había cambiado mucho la percepción de las cosas (haciendo que apreciara cada vez más mi carácter puramente consumista), decidí, el primer día tras volver a Las Palmas, para terminar de disfrutar un poquito, irme de rebajas. En ellas esperaba encontrar, aparte de ropa para este verano, porque he adelgazado y todo lo que me compré el verano pasado me queda grande, lo que precisaría para lo que va a ser el leit motiv de mis próximos dos meses de vida: traje para las distintas bodas.

Las bodas son unas celebraciones que consisten en que unos "amigos" tuyos (estoy un poco susceptible con el tema) se arruinan con la excusa de firmar un papel, y, como venganza contra el mundo, te hacen arruinarte a ti entre trajes, viajes (recuerdo que vivo en Canarias, y en verano los billetes salen por una pasta), regalos y donaciones en el acontecimiento (trozos de corbata del novio y de la liga de la novia, que no sólo se hace en las bodas de pueblo). Leido lo leido, puede parecer que yo sea un poco rácano, pero todos sabeis (incluida La Caixa) que no es así (de hecho me acaban de mandar la Visa Oro y me han aumentado el crédito de la normal por todo lo que gasto). En realidad lo que pasa es que yo el dinero prefiero gastármelo en mi, que soy la persona que más quiero en este mundo. Muac, muac.

Como iba desesperado buscando un traje de Hugo Boss, me compré dos. Uno de Adolfo, que ya a estas alturas está a punto de hacerme socio del negocio (la tienda de Viera y Clavijo no se sostendría si no fuera por mí), y otro de Pal Zileri, que, para los no entendidos, es una firma italiana de trajes de muy buena confección y precio inquietante (pero como estamos en rebajas, y después de todo lo que gasté en Cuba, entendía que yo me lo merecía todo). Como una cosa son las obligaciones y otra el gusto, terminé de hacer rico a Adolfo comprándome todas las camisetas de la serie del Corto Maltés que me faltaban, y alguna cosa para trabajar, y una camisa de Hugo Boss que me encantaba para el segundo traje, si hubiera sido de manga larga. Los pantalones los dejé para otro momento, aunque mucho me temo que no voy a llegar al remate.

Como me quedé pelado (porque uno no es rico aunque ejerza), no he podido visitar más rebajas. Mi vestidor, donde ya no me caben zapatos (ni calzoncillos, ni calcetines, ni camisas, ni abrigos...) me lo agradece, pero a mi se me llevan los demonios. Sobre todo cuando pienso en lo que llevo gastado en ese gimnasio al que no voy desde abril (creo que ya os conté que domicilié el pago para obligarme a ir...) y otras muchas superfluosidades que no utilizo (¿sabeis de la máquina de depilación mediante calor que me compré? Puede dar para mucho). Y es que vengo consumista, ya lo he dicho. Para lo único que he podido ir de tiendas es para buscar camisas y zapatos para los trajes, que no tengo manera. Me recorrí el otro día todo Triana (zona comercial de Las Palmas, este año no vuelvo por Sevilla, en principio, salvo a una de las bodas, que no se me cabree nadie), entrando, al borde del suicidio, incluso en Zara, con el asco que me da. Pero nada. Lo de los zapatos ya es cabreante. Todo lo más arregladito es con terminación en punta, y yo tengo el pie ancho, así que veremos a ver. Y más para lo que me duran puestos los zapatos (ya advierto: en cuanto me duelan los pies me pongo botines o me quedo descalzo, lo hago en todas las bodas, no os penseis los implicados que las vuestras van a ser distintas). No puede ser.

Decidí esperar a tener los trajes arreglados de bajos y esos ajustes para ir con ellos a ver qué coño me compraba (como no encuentre nada llevo una de las camisetas del Corto, lo digo desde ya), pero no he podido ir porque he estado terminando la información del viaje a Cuba de este blog, el diario conjunto, pasando al ordenata mi diario propio... y dejando para mañana la plancha. A ver si voy el lunes, que estoy salido de guardia, porque el domingo me han convidado a pasar el día en el hospital, comida y cama incluida, y vosotros sabeis que hay determinadas invitaciones a las que yo no se decir que no.

Así que, como había que comprar, porque la naturaleza de cada uno es como es, he comprado comida para tres años (que me comeré antes, para recuperar lo que perdí en Cuba, y poder quejarme de que la ropa se me ha quedado estrecha), y, por fin, esta tarde, he encargado portátil nuevo por internet. Y como estoy tonto, no le he dado a la casilla de fraccionar el pago, con lo que, entre lo que le debo a la Visa y al Corte Inglés, no voy a tener en los próximos dos meses ni para cervezas. Si me veis en la puerta de la catedral, por favor, darme argo.

El curro estupendo. Ya me he ganado otra reclamación (en una semana y media, todo un record), y el año que viene no me van a pagar productividad. Pero yo con la cabeza muy alta, por supuesto. Y estoy hasta los mismos huevos de todo el mundo. Creo que un bar es el negocio más fácil de poner, así que me lo estoy pensando.

Por lo demás, todo tranquilo. Playita ocasionalmente (está el tiempo hecho un asco en Las Palmas, y para ir a la playa hay que bajarse al sur), donde sigo ligando con locas muy locas, reencuentros con los amigos, para despedir a los que se van ahora de vacaciones entre otras cosas, y muchas cosas todavía pendientes desde que llegué del viaje. Mañana es la romería de Gáldar. Me han invitado a ir, pero entre que no tengo traje de típico, y que este fin de semana pretendo, por fin, descansar un poquito (que ya va siendo hora, no duermo sin levantarme temprano desde hace casi dos meses), y que mi pocilga habrá que adecentarla un poquito (aparte de que necesito planchar para poder ir vestido por la vida), he declinado la invitación. Así que poquito más de momento. Tampoco estoy hoy especialmente inspirado, pero bueno.

Por cierto, ayer intenté ver el nuevo programa de Jesús Vázquez, que cada vez me cae peor. Aguanté, creo, cuatro minutos. Tres preguntas rondan mi cabeza: ¿A qué están esperando para darles una paguita por minusvalía a los guapos?; si los listos son tan listos, ¿qué hacen en ese programa?; y finalmente, el señor Vázquez, ¿cómo se atreve a mirar con aire compasivo a todos los concursantes si él bien podría entrar en el grupo de los guapos, dado que, aunque es un tío inteligente, no ejerce? Si alguien tiene las soluciones, por favor que me las diga.

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