Ayer tenía una idea para un post. Una paciente me preguntó que si fumaba:
- Si.- ¿Y qué tabaco fuma?
- Lucky.
- ¡Uy, qué peninsular!
Esto teóricamente me llevaba a disertar de forma pretendidamente divertida sobre que, efectivamente, todos los raros del mundo terminamos fumando Lucky mientras la humanidad en pleno se dedica a otras marcas que los guays detestamos. Pero eso fue ayer por la mañana, y trabajando. El problema es que nunca me tengo en cuenta y no me acuerdo de lo peligroso que soy para mis planes.
Iluminado por un sol que hacía ya mucho no iluminaba las calles de Las Palmas, que necesitaba como muchas otras cosas que sí dependen de mi, y que por tanto no hago, y excesivamente eufórico por las perspectivas del mantenimiento climático y de recuperación de mi Spatiphylum, a la que tanto frío está matando (más información sobre mis plantas en otras páginas de este mismo site que no enlazaré porque estoy muy cansado para buscarlas), salí a comprar agua al supermercado de enfrente.
Como siempre, me puse hecho unos zorros y con lo justo para pagar. La euforia, es lo que tiene, hizo que cargara más que de costumbre. Hasta ahí todo bien. Salvo que cuando me disponía a entrar en casa me di cuenta que no había cogido todo lo que suelo llevar: mis queridísimas llaves se habían quedado en el cenicero de la entrada. El móvil, que últimamente uso como fijo, estaba al lado. De las llaves, se entiende.
Dada mi lógica habitual, fui a buscar la copia de mis llaves que tiene La lugareña (recordar aventuras portuguesas del verano pasado) para darme cuenta que no sólo ella, sino todos los amigos cercanos habían decidido pasar el lunes fuera de casa. A la cuarta, y casi a un kilómetro de casa cargando como un ceporro una compra que estuve a punto de dejarle a las putas de mi barrio, fue la vencida y por fin conseguí que el cuñado de Mi fan no estuviera fuera y le diera asilo político a la caja de cervezas que iba cargando. Y que me dejara el móvil para localizar a mi ama de llaves.
Sólo cuando volví a recuperarlas caí en la cuenta de que hubiera sido bastante menos trabajoso haberle dejado las bolsas a mi vecina la del segundo, encantadora y que siempre está en casa. Pero así funciona mi cabeza, a la que finalmente aturdí con todas las cervezas que pude.
Hoy ha sido el día de recuperar la compra perdida, porque ayer con los tendones de mis biceps a punto de romperse no era el momento, con lo que he terminando haciendo de niñero de la sobrina de Mi fan, cargando nuevamente con más peso del que podía aunque fuera con ayuda y yéndome después, porque seguía haciendo sol aunque un aire frío que ha puesto a prueba más de lo necesario los músculos erectores de mis vellos, a comprar sábanas y vasos al Zara Home, porque había que volver nuevamente cargado a casa. Todo ello después de buscar unas gafas que no necesito y darme cuenta de que la ropa de progre cada vez es más igual.
Ahora mismo me duelen los pies, los brazos, las piernas y hasta el alma. Y yo que pensaba que el frío me estaba matando... siempre se me olvidan los efectos secundarios del buen tiempo.
Iluminado por un sol que hacía ya mucho no iluminaba las calles de Las Palmas, que necesitaba como muchas otras cosas que sí dependen de mi, y que por tanto no hago, y excesivamente eufórico por las perspectivas del mantenimiento climático y de recuperación de mi Spatiphylum, a la que tanto frío está matando (más información sobre mis plantas en otras páginas de este mismo site que no enlazaré porque estoy muy cansado para buscarlas), salí a comprar agua al supermercado de enfrente.
Como siempre, me puse hecho unos zorros y con lo justo para pagar. La euforia, es lo que tiene, hizo que cargara más que de costumbre. Hasta ahí todo bien. Salvo que cuando me disponía a entrar en casa me di cuenta que no había cogido todo lo que suelo llevar: mis queridísimas llaves se habían quedado en el cenicero de la entrada. El móvil, que últimamente uso como fijo, estaba al lado. De las llaves, se entiende.
Dada mi lógica habitual, fui a buscar la copia de mis llaves que tiene La lugareña (recordar aventuras portuguesas del verano pasado) para darme cuenta que no sólo ella, sino todos los amigos cercanos habían decidido pasar el lunes fuera de casa. A la cuarta, y casi a un kilómetro de casa cargando como un ceporro una compra que estuve a punto de dejarle a las putas de mi barrio, fue la vencida y por fin conseguí que el cuñado de Mi fan no estuviera fuera y le diera asilo político a la caja de cervezas que iba cargando. Y que me dejara el móvil para localizar a mi ama de llaves.
Sólo cuando volví a recuperarlas caí en la cuenta de que hubiera sido bastante menos trabajoso haberle dejado las bolsas a mi vecina la del segundo, encantadora y que siempre está en casa. Pero así funciona mi cabeza, a la que finalmente aturdí con todas las cervezas que pude.
Hoy ha sido el día de recuperar la compra perdida, porque ayer con los tendones de mis biceps a punto de romperse no era el momento, con lo que he terminando haciendo de niñero de la sobrina de Mi fan, cargando nuevamente con más peso del que podía aunque fuera con ayuda y yéndome después, porque seguía haciendo sol aunque un aire frío que ha puesto a prueba más de lo necesario los músculos erectores de mis vellos, a comprar sábanas y vasos al Zara Home, porque había que volver nuevamente cargado a casa. Todo ello después de buscar unas gafas que no necesito y darme cuenta de que la ropa de progre cada vez es más igual.
Ahora mismo me duelen los pies, los brazos, las piernas y hasta el alma. Y yo que pensaba que el frío me estaba matando... siempre se me olvidan los efectos secundarios del buen tiempo.
4 comentarios:
Dado mi natural despistado, yo lo reviso todo antes de salir: las llaves, la cartera, el móvil, el tabaco (con dos mecheros si uno anda algo flojo de gas), el mp3, la navaja multiusos y, si salgo de noche o voy al súper, el spray pimienta.
Mi abuela recomienda rabillo de pasa... y nunca he entendido por qué ¿qué se supone que hace uno con un rabillo de pasa?... ¿te lo comes? ¿te lo anudas a un dedo?... de hecho ¿las pasas tienen rabillo?... porque las que yo como no tienen...
Hasta ahí el consejo casero de hoy...
Harta de olvidarme las llaves en casa y de saltar al patio desde el de mi vecina cual spiderman yo he encontrado otro método, no es muy seguro pero desde luego es eficaz. Tengo copias de mis llaves por todos lados.. En casa de mi madre, en casa de mi hermano, en casa de mi vecina, en el bolsillo de las monedas de mi cartera, en el cenicero del coche (no fumo) he probado a meter una entre la batería del móvil y la tapa pero no cierra el desgraciado.
O sea, que tiene llave de mi casa medio pais.
Para lo de los músculos te recomiendo un carrito de maruja, mano de santo.
Mi madre siempre me dijo que cualquier día perdería la cabeza. Es en lo único en lo que sigo empeñado en darle la razón.
Y gracias por los consejos, pero después de tener un cuidado casi extremo, siempre termino olvidándome algo... creo que no tiene solución.
Publicar un comentario