domingo, 11 de noviembre de 2007

Mundos fascinantes: los taxistas.

Lema del día: El empeoramiento no tiene límites.

Hoy hablaremos del taxi. No del coche, sino del gremio. Uno es mucho de taxis (cada vez que me da por andar, mi cuenta corriente sube como la espuma) y lleva ya mucho taxista a sus espaldas, pero es un gremio con una congregación de trabajadores que jamás me dejará de sorprender.
Desde los que directamente te cuentan su vida, los que están en perpetua lucha con la humanidad, los que escuchan la COPE, los nazis, los colgados... Son toda una especie. Alguna vez me ha tocado uno agradable que no me ha hablado en todo el camino, como debe ser. Pero cada vez es más difícil.
Mis últimas adquisiciones son un hippie trasnochado que me cayó de puta madre, y con el que me quedé con las ganas de tomarme una cerveza, un colgadillo que no permitía fumar en el taxi, pero acababa de tirar el porro (se olía y se veía), y que me tuvo un cuarto de hora frente a casa mientras me recomendaba guías espirituales-brujos... y el de anoche.
Cuando ya pensaba que lo había visto todo, nos montamos en el taxi camino de casa, y nos toca un taxista beato que iba escuchando un discurso de Juan Pablo II ¡¡a las cuatro de la mañana!!. Si es que, como dice el torero, hay gente pa' to'.
Yo últimamente, ando cabreado con todo y con todos. Por eso me planteé lanzarme a la carretera... pero como sigo sin saber cuando abren mi autoescuela... tendré que esperar. ¿Qué diría yo mismo de mi mismo como taxista? ¿A qué huelen las nubes? ¿Por qué los domingos por la tarde son tan tediosos? Estas, y otras preguntas, probablemente nunca reciban contestación.

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