martes, 13 de noviembre de 2007

Buenas acciones.

Lema del día: Todos tenemos un cupo de maldades que compensar.

Ya avancé que había apadrinado algo. No tenía claro qué. Hoy he salido de mis dudas.
Hace unas semanas, una llamada al fijo, al que, un año después, todavía no he averiguado la forma de bajar el volumen del timbre, me despertó de mi intento de letargo siestero. Un argentino pelma (lo supongo así, porque los uruguayos hablan igual, pero muchísimo menos) en nombre de World Vision, que me vendió un apadrinamiento de un niño/niña de alguna nacionalidad subdesarrollada. En pleno estado confusional, falto de cariño, y esperando que el argentino pelma callara de una vez, le dije que sí a todo, y resulta que ahora hay un alma que depende de que no me quede sin trabajo. El argentino sin embargo, dando rienda a su patriotismo, no calló, a pesar de mi rendición sin condiciones, hasta un cuarto de hora después.
Hoy me llegó la carta de apadrinamiento. Te mandan una foto, unos cuantos datos, y te piden que le mandes cartitas al apadrinadito en cuestión. Pues bien, resuelta la duda, he apadrinado a una niña llamada Apple Grace (que nada tiene que ver con el Strudel), tiene ocho años, es filipina, y, a juzgar por la foto, sería la delicia de cualquier tropel de pederastas de aquí a Nueva Zelanda. Ahora ya puedo sentirme mejor persona, sabiendo que mi dinero servirá para que cuando la niña termine en un burdel en Manila, por lo menos sea en uno de categoría donde pueda lavarse entre cliente y cliente. Otra razón más para poder dormir tranquilo.

P.D.: Después de releer lo escrito, no me extraña que haya mucha gente que no aguante mis bromas. En el futuro a lo mejor intento ser un poco menos cínico.

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