El otro día descubrí una nueva forma de hacerse la manicura: con el cuchillo de carnicero. Casi me quedo sin pulgar de la mano izquierda, es lo que tiene hacer de comer para un mes creyendo que, tras llevar dos meses sin cocinar, sigues siendo el sucesor natural de Ferrán Adriá, que por cierto ha sido objeto de un doble documental en La 2 que ha dejado a los franceses como antipatriotas.
Filosofando acerca de la composición de los platos, y sobre por qué insisto en comprar chalotas cuando la diferencia con las cebollas, una vez cocinadas, se nota sólo en el precio, me preguntaba nuevamente por qué la humanidad en pleno insiste en colocar cebolla cruda en platos como la ensaladilla rusa, consiguiendo que todo sepa igual. Y es que creo sinceramente que añadir semejante tubérculo (por que es un tubérculo, ¿verdad?, nunca me entero de la clasificación de las hortalizas) sin cocinar para lo único que sirve es para que todo sepa a él. Con lo que las dos horas entre cocerlo todo, cortarlo y mezclarlo para lo único que realmente sirven es para lo mismo que comerte una cebolla a bocados. He dicho.
Entre otras experimentaciones, intenté escaldar tomates para pelarlos en el microondas, porque como ahora nos hemos enterado que somos bombas andantes gracias al boro que contiene el agua potable de Las Palmas y los ecologistas siguen comiéndome la cabeza con el cambio climático y el ahorro energético (menudos hijosdeputa), decidí que iba a gastar menos energía y agua embotellada con el microondas que con la vitrocerámica. También me vi influido por un programa de Canal Cocina, de cuando lo veía, llamado Cocina con microondas. Así que me tiré diez minutos calentando agua y dando vueltas con los tomates, y para lo único que sirvió fue para que alguno reventara y los tuviera que pelar como si no hubiese realizado ningún procedimiento facilitador. Fue ahí donde recordé a la tonta presentadora del programa de las narices tirándose veinte minutos completos metiendo y sacando un proyecto de revuelto en el microondas para darle vueltas cuando a fuego el huevo se hubiera hecho en dos minutos.
Además de todo ello hoy me he decidido a probar unas croquetas ecológicas de tofu. Todo el mundo sabe que por principios no como tofu, pero mi adoración por las croquetas pudo más que mi aversión por ese supuesto queso de soja, y me atreví a comprar una cajita. Lo dicho: asquerosas. Menudo sacrilegio. No tienen bastante con hacernos sentir culpables si no reciclamos (a sabiendas que no existe ningún tipo de reciclaje real en esta isla una vez está todo en el contenedor) sino que además tergiversan las delicias culinarias de toda la vida, como si no pudieran hacer croquetas de espinacas con leche de soja, vamos... que seguro que son otra cerdada...
P.D.: he estado todo el fin de semana de mari, no tengo nada más que contar... a no ser que querais consejos sobre como tener reluciente los azulejos del cuarto de baño, lo que no es mi caso, de todas formas.
Filosofando acerca de la composición de los platos, y sobre por qué insisto en comprar chalotas cuando la diferencia con las cebollas, una vez cocinadas, se nota sólo en el precio, me preguntaba nuevamente por qué la humanidad en pleno insiste en colocar cebolla cruda en platos como la ensaladilla rusa, consiguiendo que todo sepa igual. Y es que creo sinceramente que añadir semejante tubérculo (por que es un tubérculo, ¿verdad?, nunca me entero de la clasificación de las hortalizas) sin cocinar para lo único que sirve es para que todo sepa a él. Con lo que las dos horas entre cocerlo todo, cortarlo y mezclarlo para lo único que realmente sirven es para lo mismo que comerte una cebolla a bocados. He dicho.
Entre otras experimentaciones, intenté escaldar tomates para pelarlos en el microondas, porque como ahora nos hemos enterado que somos bombas andantes gracias al boro que contiene el agua potable de Las Palmas y los ecologistas siguen comiéndome la cabeza con el cambio climático y el ahorro energético (menudos hijosdeputa), decidí que iba a gastar menos energía y agua embotellada con el microondas que con la vitrocerámica. También me vi influido por un programa de Canal Cocina, de cuando lo veía, llamado Cocina con microondas. Así que me tiré diez minutos calentando agua y dando vueltas con los tomates, y para lo único que sirvió fue para que alguno reventara y los tuviera que pelar como si no hubiese realizado ningún procedimiento facilitador. Fue ahí donde recordé a la tonta presentadora del programa de las narices tirándose veinte minutos completos metiendo y sacando un proyecto de revuelto en el microondas para darle vueltas cuando a fuego el huevo se hubiera hecho en dos minutos.
Además de todo ello hoy me he decidido a probar unas croquetas ecológicas de tofu. Todo el mundo sabe que por principios no como tofu, pero mi adoración por las croquetas pudo más que mi aversión por ese supuesto queso de soja, y me atreví a comprar una cajita. Lo dicho: asquerosas. Menudo sacrilegio. No tienen bastante con hacernos sentir culpables si no reciclamos (a sabiendas que no existe ningún tipo de reciclaje real en esta isla una vez está todo en el contenedor) sino que además tergiversan las delicias culinarias de toda la vida, como si no pudieran hacer croquetas de espinacas con leche de soja, vamos... que seguro que son otra cerdada...
P.D.: he estado todo el fin de semana de mari, no tengo nada más que contar... a no ser que querais consejos sobre como tener reluciente los azulejos del cuarto de baño, lo que no es mi caso, de todas formas.
3 comentarios:
Pues yo, durante el verano, vi con alegría como mi madre se ausentaba durante semanas (semana sí, semana no, entiendase que la gracia divina, o al cosmos, no andan como derrochando generosidad tampoco); sin considerar que eso significaría cocinar para mi padre y hermano (tan exigentes conmigo como lo serían con las manitos de "ABC gourmet", o lo que sea...
Sim ambargo, salí medianamente victoriosa (mi hermano incluso elogió algunas de mis comidas.... Aunque dándome cuenta, entre varias cosas, que los programas de cocina mienten soberanamente. Y que querer darle bola a los ecologistas, en lo que a ahorro culinario se refiere es tan inutil como intentar explicarle a mi madre que los tiempos han cambiado...
A todo esto, la cebolla cruda es un karma, querido... coincido y te aplaudo...
Un cariño enorme, y, como siempre, en el clavo, y un gustazo leerte.
Besos
Kirin.
Los programas de cocina hacen comida para gente que NO SABE COMER. Y ya no digamos cocinar...
Perdona el retraso, querida, publicar tanto me tiene muy ocupado...
Un beso.
Vaya! Por fin alguien en Canarias que dice que la ensaladilla NO lleva cebolla. BIENNNNNNNNNNNNNN!!!!!!!!!!!!!!!!!! Yo tampoco entiendo ese empeño acérrimo a echarle cebolla a todo...
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