Este fin de semana he estado de boda (otra vez). En mi pueblo, aunque yo iba por parte de los extranjeros. Muy divertido todo, comenzando por mi estilo primaveral, nada acorde con el tiempo que estaba haciendo, y que suscitó bastantes comentarios entre el pijerío sevillano.
Los compañeros nos reencontramos y aprovechamos para reírnos mucho y hacer el ganso como cada vez que nos vemos, y todo fue muy bien mientras corría el gin tonic por mi garganta, hasta que una señora quiso hacerse amiga mía y para ello me llevó a rastras mientras ponía mi mano en su teta.
Al intentar quitarla porque no me parecía comenzó a gritar que era un reprimido y a intentar sobar a una amiga mía, para mi cabreo y su posterior enfado al intentar retirarla. Salvo ese incidente, todo muy bien, incluido el reencuentro con unos íntimos amigos de mi pueblo desde que los conocí en una borrachera estas últimas navidades. Es lo que tiene la tajada y el conectar bien con la gente. Aunque fuera a costa de berrear en la puerta de un bar lo mucho que nos habíamos echado de menos para sorpresa de todos los presentes. Para mi bienestar personal, el resto del fin de semana ha sido bastante más tranquilo de lo habitual, y me he podido recuperar antes de volver hoy al trabajo.
El sol ha vuelto a la península e hizo más que todo el autobronceador que me puse para la boda. No fue óbice sin embargo para despertar las mismas fantasías en una de mis amigas que cada vez que nos emborrachamos, y es que otro día hablaré del sex-appeal que tengo para la mitad de mis amigas. Pero ahora quería hablar del tiempo, fundamentalmente porque en Las Palmas siguen las mismas nubes que se posaron aquí en mayo del año pasado y sólo se han ido de vez en cuando. Pero en Sevilla había vuelto el calor, y con el calor y el sol, mi misma desesperación ante el carril bici y todas las estupideces que crea Monteserrín y que tiene a los sevillanos contentos. Al parecer, me enteré ayer, multan con 70 euros al que camine por el carril ciclable (que no carril-bici, que no hay), aunque no haya sitio para que pasen los peatones. Es lo que tiene la estupidez.
Y entre otras cosas, con el sol han vuelto las excursiones. Ayer me vine con doscientos niñatos malagueños en el avión, además de una excursión del Imserso de Badajoz, que incluía a una señora que no paró de hablarme durante todo el viaje, a pesar de que intentaba seguir con Truman Capote. Eso sí, también ahí me rei mucho.
Porque al final todo muy tranquilo, pero cuánto me he reído. Eso sí, no recuerdo la mitad de las cosas que iba a contar en este post. Supongo que volverán a mi cabeza en algún momento... o no.
Los compañeros nos reencontramos y aprovechamos para reírnos mucho y hacer el ganso como cada vez que nos vemos, y todo fue muy bien mientras corría el gin tonic por mi garganta, hasta que una señora quiso hacerse amiga mía y para ello me llevó a rastras mientras ponía mi mano en su teta.
Al intentar quitarla porque no me parecía comenzó a gritar que era un reprimido y a intentar sobar a una amiga mía, para mi cabreo y su posterior enfado al intentar retirarla. Salvo ese incidente, todo muy bien, incluido el reencuentro con unos íntimos amigos de mi pueblo desde que los conocí en una borrachera estas últimas navidades. Es lo que tiene la tajada y el conectar bien con la gente. Aunque fuera a costa de berrear en la puerta de un bar lo mucho que nos habíamos echado de menos para sorpresa de todos los presentes. Para mi bienestar personal, el resto del fin de semana ha sido bastante más tranquilo de lo habitual, y me he podido recuperar antes de volver hoy al trabajo.
El sol ha vuelto a la península e hizo más que todo el autobronceador que me puse para la boda. No fue óbice sin embargo para despertar las mismas fantasías en una de mis amigas que cada vez que nos emborrachamos, y es que otro día hablaré del sex-appeal que tengo para la mitad de mis amigas. Pero ahora quería hablar del tiempo, fundamentalmente porque en Las Palmas siguen las mismas nubes que se posaron aquí en mayo del año pasado y sólo se han ido de vez en cuando. Pero en Sevilla había vuelto el calor, y con el calor y el sol, mi misma desesperación ante el carril bici y todas las estupideces que crea Monteserrín y que tiene a los sevillanos contentos. Al parecer, me enteré ayer, multan con 70 euros al que camine por el carril ciclable (que no carril-bici, que no hay), aunque no haya sitio para que pasen los peatones. Es lo que tiene la estupidez.
Y entre otras cosas, con el sol han vuelto las excursiones. Ayer me vine con doscientos niñatos malagueños en el avión, además de una excursión del Imserso de Badajoz, que incluía a una señora que no paró de hablarme durante todo el viaje, a pesar de que intentaba seguir con Truman Capote. Eso sí, también ahí me rei mucho.
Porque al final todo muy tranquilo, pero cuánto me he reído. Eso sí, no recuerdo la mitad de las cosas que iba a contar en este post. Supongo que volverán a mi cabeza en algún momento... o no.
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