martes, 11 de septiembre de 2007

Fanatismos

Lema del día: Nada nunca es tan bueno como parece.

Yo siempre fui muy fan. Al fin y al cabo, ser fan es un estilo de vida. No veo, ni nunca vi, nada de malo en seguir a pies juntillas a alguien, siempre y cuando sea bueno, o siempre y cuando lo que haga/diga esté en relación con lo que cada uno sienta. El fanatismo se basa en que haya algo o alguien con quien uno se identifique, de un modo real o fantasmático, y sirva como espejo donde mirarse. No tiene nada que ver con el fenómeno fans. El ser tonto del culo no es nada admirable. Debe dirigirse a algo que destaque por algo que llegue a las tripas, por algo que llegue, en general. El problema es que, para que sirva en ese modo, el objeto debe ser real.

Para ser fan no valen los mitos. Y más cuando los mitos ya cayeron. De nada sirve que hayan existido, por poner un ejemplo, Hitchcock, Buñuel, Hawks, John Ford, Chaplin, Welles... Ya no están entre nosotros, y además, en mi caso, ni siquiera me sobrevivieron (a mi nacimiento, se entiende). El año que nací yo, no sabemos qué planetas reinarían, pero murieron Elvis, Groucho, Charles Chaplin... Todo hacía vaticinar que la cosa no iba a ir bien.

En lo musical casi ni quedan mitos. Los únicos los que murieron jóvenes y en trágicas circunstancias. Janis seguirá en el recuerdo, Jimmy Hendrix sólo es tan bueno por su vida y muerte... y así ... Los supuestos míticos ya no lo son. Para mi nunca lo fueron.
Los Beatles se habían disuelto y se dedicaban a ir haciendo el ridículo. John Lennon tuvo el mal gusto de ser asesinado justo el día que yo cumplía tres años, y todo gracias a haberse liado con la japonesa hijadeputa, y dedicarse a hacer el payaso públicamente. Paul McCartney se convirtió en aspirante a protagonizar un episodio de cambio radical, aparte de hacer canciones pegajosas que nadie recordará. Harrison nunca se supo donde estaba ni de dónde había salido, y Ringo siempre fue un poco friki.
De los Rolling qué decir. Ya han pasado por todos los centros de desintoxicación de este planeta. Ahora esperan que abran uno en Marte, para inaugurarlo. Se caen de cocoteros, se lían con modelos que les sacan la cabeza (y los billetes)... Otros que no han parado de hacer el ridículo.
Los Clash siguen por ahí, por lo visto, aunque viviendo de las rentas...
Los Sex Pistols nacieron y murieron con mi nacimiento. Gracias a Sid Vicious están donde están, porque si es por el señor Rotten, no pararíamos de reírnos de ellos... y así hasta el infinito, y más allá.

Con lo que los mitos que podían haberse convertido en fanables (míos) no sirvieron nunca. Me dediqué a ser fan de todo lo que oliera a medio raro (que es lo que yo quiero ser en la vida) e intelectualoide. El problema es que, como bien han demostrado todos aquellos a los que durante mi infancia y juventud declaré amor eterno, no se puede confiar en nadie. Alaska ha hecho un último disco que es para enterrarlo (junto con su marido, cómo se puede ser más patético), Sabina se vendió al vil metal, Extremo sólo saca recopilatorios, Blur fue desmenbrándose hasta quedar en nada, Pulp desapareció de la faz de la tierra, Fito lleva tres discos haciendo el mismo, el Lichis ya no sabe lo que hacer (por mucho que todo lo que haga me guste), María Jiménez no está sobria desde hace años, Aretha volvió para cavar su propia tumba, todos los grupos de los ochenta demostraron que no daban más que lo que daban, Bumbury cada vez se parece más a una caricatura de si mismo,... Tan sólo me quedan Los Planetas, pero últimamente también estoy crítico con ellos, y las canciones instrumentales no las escucho. The Strokes, Franz Ferdinand, The White Stripes, son buenos, pero... caeran. Afortunadamente siempre nos quedará Rosendo, que, como sigue haciendo lo mismo, exactamente lo mismo, veinte años después...

En el cine poco más o menos. Lynch no para de resucitar... tras cagarla (¿A alguien le gusta la película sobre Twin Peaks?), Kieslosky, antes de morir, ya se repetía más que el ajo, Almodóvar se endiosó, empezó a autohomenajearse, y yo lo abandoné tras Todo sobre mi madre, Berlanga rodó Paris-Tombuctú para que yo pudiera cargármelo, Cronenberg es otro que no para de repetirse (por mucho que haga películas espléndidas), Médem bajó de lo etéreo y me jodió la vida, Bajo-Ulloa rodó Airbag, Egoyam es tan raro que sólo se lo puede ver en filmotecas, Won Kar Wai cuando no apasiona, aburre, Ang Lee se vendió a Hollywood tras rodar una de las mejores películas de los noventa (La Tormenta de Hielo), y de Zang Yimou mejor no hablo porque puedo reventar.

Todo esto viene porque mis fanatismos han ido cayendo a marchas forzadas. Prácticamente los únicos a los que les sigo debiendo lealtad son Álex de la Iglesia, Woody Allen y Quentin Tarantino. Pero a estas alturas tampoco soy fan de ninguno de los tres. De la Iglesia es un poco megalómano, Allen también se repite mucho (hacer una obra maestra anual durante 40 años seguidos es complicado, pero eso de plagiarse a uno mismo...) y Tarantino... El otro día vi Death Proof. Se la recomiendo a todo el que quiera pasárselo bomba en un cine. Cualquiera que se imagine algo parecido a Planet Terror que no vaya. Es una película tarantiniana pura. Poca, pero espléndida, acción, y mucho hablar sobre el cielo, el mar, las estrellas, la televisión, los comics, la música... Y no llega a las dos horas. Resalto esto último porque, uno ha dejado de ser fan, pero es entusiasta. Tras ver Death Proof me dio por recuperar todo lo que ha hecho Tarantino y tragármelo. Sigo creyendo que Reservoir dogs es su mejor película, con mucho, por más que me pueda poner verde cualquier crítico. Y es su mejor película porque controla el tiempo. El problema de Tarantino es el tiempo. Y es que no tiene medida. Si que es cierto que yo no quitaría ninguna escena de ninguna película suya, pero, reconozcamoslo, Pulp Fiction funcionaría mucho mejor con media hora menos de metraje, o como tres películas independientes, Jackie Brown sería una obra maestra si no fuera porque le sobran, como mínimo, veinticinco minutos, y Kill Bill podía haber durado hora y media (ambos volúmenes juntos). Pero a Tarantino le gusta que disfrutemos de lo que es capaz de dar. Quizá sería bueno aconsejarle que, en vez de hacer cinco películas en dieciseis años, podía, como Woody, rodar anualmente, pero, por favor, de forma que no terminara agobiando.

Para el resto de los descubrimientos llegué tarde para hacerme fan (Haneke, Kim Ki Duk y la mitad del cine coreano, Haynes, Arcand...),aunque todavía sigo siendo entusiasta cada vez que descubro algo que me emociona de un modo u otro. Pero los fanatismos, ese espejo donde me miraba y me reconocía y me identificaba, me han ido abandonando. Lo que era una forma de vida se ha convertido en algo del pasado. Y lo peor de todo es que no lo hecho nada de menos, y no es resignación. Me he dado cuenta de que no los necesito.

Será que estoy mayor.

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