domingo, 26 de agosto de 2007

Encuentros televisivos

Lema del día: No intentes farolear a un farolero.

Que South Park es, probablemente, la serie más coherente que ha dado nunca ningún tipo de televisión no debe ser algo que sorprenda a nadie. Parker y Stone nunca han dado mejores resultados que aquí, a pesar de distintos intentos cinematográficos (incluido un largo sobre la misma serie). La calidad podría ser más o menos discutible (para mi no lo es), pero el hecho de que a lo largo de las distintas temporadas no decayera nunca la mala hostia y la capacidad para escatologizar y hacer chistes respecto a todo hace que sea, quizá, una de las pocas series que jamás te defraudan. Y entiendanme. En todas las series hay capítulos más o menos flojos, pero no termina de sorprender que, cuanto mejor comienza una serie, más fuerte cae lo que al principio enganchaba. A la mente me vienen, sin ir más lejos, A dos metros bajo la tierra, cuya primera temporada, memorable, dio paso a una inmersión en lo dramático que se cargó todo lo que más gustaba de la serie. No es que se convirtiera en mala, pero si que dejó de tener que ver con lo que era al principio. Mujeres desesperadas, aunque con un punto mucho más americanoide, en el sentido de la moralina, me refiero, también va perdiendo fuelle a marchas forzadas, y mi último descubrimiento (aunque no es reciente, si es de lo mejor que están poniendo ahora mismo en televisión, en La Sexta, a horario absolutamente inapropiado), Me llamo Earl, mezcla la mala hostia con una carga nacionalista y/o moralizante que, por mucho que no consiga que la serie caiga en lo ridículo, si que merma la capacidad crítica y/o risible del producto.

La cosa es que hoy, saliente de una guardia espantosa, llevo todo el día metido en casa, viendo, por tercera vez, la primera temporada de Me llamo Earl, que me dejaron unos amigos, y todos los capítulos que tengo grabados de South Park (lo que empecé grabando era Queer as Folk, que nunca fue buena, la seguía por aquello del activismo, pero que ya aburre a las ovejas). Es curioso como de la primera los chistes van perdiendo gracia a medida que se ven, y de la segunda me se todos los chistes y aún así no puedo parar de reirme. Quedan para la memoria muchas de las muertes de Keny, algunos de los carteles que se ven repartidos por toda la escuela primaria de South Park ("Si no tienes padre es que eres un bastardo", por ejemplo), como se meten con muchos famosos (diciendo cosas que no sabemos como no los han llevado a la cárcel) y algunos capítulos. Por nombrar de los recientemente emitidos, los dos capítulos sobre la búsqueda del padre de Cartman (especialmente el segundo) y otro en el que Barbra Streisand obtiene el diamante de Panteo, que aparece en South Park, convirtiéndose en mega-Streisand, y que es vencida por mega-Robert Smith, mientras Jesucristo grita "Es nuestro Salvador". A mi este último me gusta especialmente. El dibujo es malo, grotesco, y muchos chistes absolutamente desagradables, pero, a pesar de las apariencias, es una serie donde no se deja nada a la improvisación, y todo está cuidado hasta el máximo detalle. Lo bueno que tiene sabérsela de memoria es que pueden observarse cosas que no habías visto antes.

La cosa es que yo hace no se cuantos años que no veo un capítulo nuevo (no se si los ponen en horario desconocido o si no hay, nunca me termino de enterar de esas cosas), pero me parece lo mejor que se está poniendo. Yo me estoy bajando todo lo que encuentro en la mula de la serie, además de intentar recuperar Doctor en Alaska. Es una pena el dinero que nos gastamos en televisores de última generación y/o aparatos de TDT para esto.

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