Kirin/The Wolf (algún día me aclararás la dualidad, porque yo sigo sin entenderla) me solicitó una reseña de las fiestas navideñas. Me debo a mi (escaso) público, lo se, pero me temo que dicho relato no esté a la altura no por ganas ni por tiempo, sino por tanta neurona confundida. Y me explico.
Las fiestas navideñas comienzan con las comidas navideñas, celebraciones que se basan en que se reunen un grupo de gente que en muchas ocasiones no se caen bien a hacer el paripé y comportarse como si fueran amigos de toda la vida. Yo no soy de esos y lo primero que hago es agenciarme sitio al lado de los míos aunque sea a costa de no saludar a nadie como pasó este año para poder sentarme al lado de quien quiero sentarme. Luego se bebe mucho mucho y ya se pasa al saludo al acabar de cenar.
Cuando se está lo suficientemente borracho te empiezas a reir del jefe (mangándole el sombrero que lleva y que nadie se atreve a quitarle por si se cabrea) y a bailar con todo el mundo bailes sexys mientras se beben y se beben cubatas servidos por camareras que de mayores quieren ser Tracy Lords y niñatos modernos se meten en medio intentando ligar con mujeres que podrían ser sus madres y que no quieren nada con ellos.
Acompañando a estas "reuniones de trabajo" se encuentran las reuniones de amigos, cenas, comidas, cafés o cañas, donde se termina bebiendo y bebiendo en aras del buen rollo y que sirven, sobre todo cuando se vive en una isla y la mayoría de los amigos somos de fuera, para desearnos que los reencuentros familiares sean lo menos dolorosos posibles. Por ello hay que beber mucho.
Se coge un vuelo en el que no se puede dormir porque te toca pasillo y la azafata no para de darte con el culo en la cabeza cada vez que pasa, y cuando llegas al aeropuerto de Sevilla te das cuenta de lo que tiene que sentir David Beckham en cualquier parte del mundo, al salir por una puerta minúscula donde millones de gentes esperan a sus seres queridos y a niños comprados en el extrajero (¿nadie se da cuenta de lo raro que resulta que doscientas personas esperen a un niño camboyano que no tiene ni idea de español llamándolo Miguel?).
En eso que llegas a tu pueblo a las ocho, dejas la maleta en tu casa y a las ocho y media ya estás con tu madre tomándote la primera cerveza. Y hasta ahí puedo contar de mi estancia en mi pueblo. Lo más que recuerdo es oír cada cierto tiempo "Otro chupito de vodka caramelo" y "Otra copa, ¿no?" con cierta regularidad durante una semana. Es la única forma sensata de poder sobrellevar una semana con la familia.
Llegas un domingo por la tarde y, para no perder la costumbre, te vas a una fiesta que organiza tu jefe, y en la que, debido al rodaje de la última semana, consigues estar completamente sobrio hasta las seis de la mañana a pesar de no parar de beber y conseguir perder un posible plan precisamente por no estar desinhibido y por la paliza que te están dando los amigos que sí están borrachos porque no han acostumbrado su hígado a dosis ingentes de orujo para mantener el grado de alcoholemia. Además de para darte cuenta de lo insufribles que son los imbéciles que cuando están borrachos van de graciosos. Porque yo no es que vaya, yo es que lo soy.
Dos días después empiezas a trabajar, veinticuatro horas de golpe metido en un hospital. Y ahí es cuando comienza a fraguarse de verdad el desastre. Es de todos conocido que hay dos formas de no empeorarse de un resfriado: o te quedas en casa y haces cosas sanas, o te vas a la calle y te comportas como un auténtico crápula, porque ya sabemos que el alcohol desinfecta y mata todos los bichos. Y si en vez de hacer cualquiera de esas cosas te comportas como una persona responsable, salvo para hacerte fan de millones de tonterías en el facebook (incluyendo la borracha de la mancha de callejeros o el peluquero de la duquesa de Alba), la nochevieja se presenta con una tos de perro y sin el chichi pa farolillos. Con lo que no pude hacer otra cosa que emborracharme, salir y llegar a casa de día a pesar de que en la cutrefiesta a la que fuimos (en la que todo el mundo, incluido yo, iba de chaqueta) se acabaron las bebidas prontísimo.
Intenté mantener el hábito enólico hasta el fin de semana, en el que había decidido comenzar a cuidarme, y para ello habíamos decidido ir por fin a comer a un restaurante, el 17 grados, donde pretendíamos comer desde hacía un año, y que resultó otro querer y no poder más, en ese intento que tienen en esta ciudad todos los restaurantes pretenciosos de resultar tan pedantes en el trato que parezca que te están perdonando la vida cuando en un sitio de estas características te deberían tratar como un rey. La composición de los menús (y casi que de los platos) era otro despropósito. Y la deliciosa decoración de muebles antiguos en comparación con los baños, directamente viejos, me dejó sin habla. Para recuperarla, tuve que recurrir al pacharán, y el sábado me levanté con dolor de cabeza y deseando recomponer mi garganta. De nada ha servido. Tras una semana de vida cuasi monacal, estoy cada vez peor, con lo que como no trabajo hasta el lunes, he decidido que a partir de mañana me voy a echar a la calle. Llueva, truene o relampaguee.
He dicho.
P.D. Y ni siquiera he decidido si continuar con ese pretencioso (pero necesario) Catálogo de buenas costumbres que inicié el año pasado, y por cuyo ambicioso planteamiento me da tanta pereza retomar, ni he comenzado aquella Mitología griega para lerdos con la que amenacé a amigos y conocidos cuando comencé a releerme a Hesiodo... qué desastre.
Las fiestas navideñas comienzan con las comidas navideñas, celebraciones que se basan en que se reunen un grupo de gente que en muchas ocasiones no se caen bien a hacer el paripé y comportarse como si fueran amigos de toda la vida. Yo no soy de esos y lo primero que hago es agenciarme sitio al lado de los míos aunque sea a costa de no saludar a nadie como pasó este año para poder sentarme al lado de quien quiero sentarme. Luego se bebe mucho mucho y ya se pasa al saludo al acabar de cenar.
Cuando se está lo suficientemente borracho te empiezas a reir del jefe (mangándole el sombrero que lleva y que nadie se atreve a quitarle por si se cabrea) y a bailar con todo el mundo bailes sexys mientras se beben y se beben cubatas servidos por camareras que de mayores quieren ser Tracy Lords y niñatos modernos se meten en medio intentando ligar con mujeres que podrían ser sus madres y que no quieren nada con ellos.
Acompañando a estas "reuniones de trabajo" se encuentran las reuniones de amigos, cenas, comidas, cafés o cañas, donde se termina bebiendo y bebiendo en aras del buen rollo y que sirven, sobre todo cuando se vive en una isla y la mayoría de los amigos somos de fuera, para desearnos que los reencuentros familiares sean lo menos dolorosos posibles. Por ello hay que beber mucho.
Se coge un vuelo en el que no se puede dormir porque te toca pasillo y la azafata no para de darte con el culo en la cabeza cada vez que pasa, y cuando llegas al aeropuerto de Sevilla te das cuenta de lo que tiene que sentir David Beckham en cualquier parte del mundo, al salir por una puerta minúscula donde millones de gentes esperan a sus seres queridos y a niños comprados en el extrajero (¿nadie se da cuenta de lo raro que resulta que doscientas personas esperen a un niño camboyano que no tiene ni idea de español llamándolo Miguel?).
En eso que llegas a tu pueblo a las ocho, dejas la maleta en tu casa y a las ocho y media ya estás con tu madre tomándote la primera cerveza. Y hasta ahí puedo contar de mi estancia en mi pueblo. Lo más que recuerdo es oír cada cierto tiempo "Otro chupito de vodka caramelo" y "Otra copa, ¿no?" con cierta regularidad durante una semana. Es la única forma sensata de poder sobrellevar una semana con la familia.
Llegas un domingo por la tarde y, para no perder la costumbre, te vas a una fiesta que organiza tu jefe, y en la que, debido al rodaje de la última semana, consigues estar completamente sobrio hasta las seis de la mañana a pesar de no parar de beber y conseguir perder un posible plan precisamente por no estar desinhibido y por la paliza que te están dando los amigos que sí están borrachos porque no han acostumbrado su hígado a dosis ingentes de orujo para mantener el grado de alcoholemia. Además de para darte cuenta de lo insufribles que son los imbéciles que cuando están borrachos van de graciosos. Porque yo no es que vaya, yo es que lo soy.
Dos días después empiezas a trabajar, veinticuatro horas de golpe metido en un hospital. Y ahí es cuando comienza a fraguarse de verdad el desastre. Es de todos conocido que hay dos formas de no empeorarse de un resfriado: o te quedas en casa y haces cosas sanas, o te vas a la calle y te comportas como un auténtico crápula, porque ya sabemos que el alcohol desinfecta y mata todos los bichos. Y si en vez de hacer cualquiera de esas cosas te comportas como una persona responsable, salvo para hacerte fan de millones de tonterías en el facebook (incluyendo la borracha de la mancha de callejeros o el peluquero de la duquesa de Alba), la nochevieja se presenta con una tos de perro y sin el chichi pa farolillos. Con lo que no pude hacer otra cosa que emborracharme, salir y llegar a casa de día a pesar de que en la cutrefiesta a la que fuimos (en la que todo el mundo, incluido yo, iba de chaqueta) se acabaron las bebidas prontísimo.
Intenté mantener el hábito enólico hasta el fin de semana, en el que había decidido comenzar a cuidarme, y para ello habíamos decidido ir por fin a comer a un restaurante, el 17 grados, donde pretendíamos comer desde hacía un año, y que resultó otro querer y no poder más, en ese intento que tienen en esta ciudad todos los restaurantes pretenciosos de resultar tan pedantes en el trato que parezca que te están perdonando la vida cuando en un sitio de estas características te deberían tratar como un rey. La composición de los menús (y casi que de los platos) era otro despropósito. Y la deliciosa decoración de muebles antiguos en comparación con los baños, directamente viejos, me dejó sin habla. Para recuperarla, tuve que recurrir al pacharán, y el sábado me levanté con dolor de cabeza y deseando recomponer mi garganta. De nada ha servido. Tras una semana de vida cuasi monacal, estoy cada vez peor, con lo que como no trabajo hasta el lunes, he decidido que a partir de mañana me voy a echar a la calle. Llueva, truene o relampaguee.
He dicho.
P.D. Y ni siquiera he decidido si continuar con ese pretencioso (pero necesario) Catálogo de buenas costumbres que inicié el año pasado, y por cuyo ambicioso planteamiento me da tanta pereza retomar, ni he comenzado aquella Mitología griega para lerdos con la que amenacé a amigos y conocidos cuando comencé a releerme a Hesiodo... qué desastre.
6 comentarios:
Me has hecho golpearme duramente y arruinar un teclado con jugo de la risa.
Tengo una vaga idea de lo que son las fiestas para la gente más o menos normal, pero en mi familia no nos juntamos JAMÁS para las fiestas (de hecho, y, sacando cuentas, viviendo a 20 cuadras de mi abuela, hace al menos dos años que no le veo el pelo); pero con esto has completado bastante mi imaginación al respecto.
pero también yo tengo muy cosas neuronas en buen estado y demás, y demás, y demás, por eso solo voy a decir que me encantaría el Mitología Griega Para LERDOS.
SE, estoy aprovechando la impunidad del fanático para manguearte cosas.
Cariños
Kirin
P.D.:por lo del nombre, es que hace muchos años unos amigos me pusieron el apode de LOBO (si, lo sé, apodo masculino para una chica, en fin, mis amigos son irremediables... era muy chica y "loba" sonaba demasiado insinuante, o algo así), y Kirin... etc... es el seudónimo que uso para escribir historietas. He dicho.
Beso.
Ejem... ¿que cómo aquí, después de tanto tiempo y sin previo aviso? No sé, no sé. De repente vi: el otro blog... y dije ¡coño! Vamos a echar un vistazo. No quería saturarme, pero como he dado de baja a uno que ha cerrado pues lo pongo, pero en el otro, en el ecléctico... suena bien ¿eh?
Kirin: ¿no te reunes con la familia? Lo mismo a ti te parece triste, pero a mi me da envidia, que quieres que te diga...
Por cierto, mírate lo de la risa, porque me he vuelto a releer el post y es flojito flojito... pero los fans es lo que teneis.
Un beso, guapa.
dvd: empiezo a sospechar que te caigo bien, pero ya te advierto que eso es porque todavía no me conoces. ¿Tú crees que tiene sentido que vayas a enlazarme hablando de política y cosas con fundamento cuando voy a empezar un serial llamado Mitología griega para lerdos? Tú mismo, yo voy a ducharme que tengo que salir a emborracharme a ver si me curo de una vez por todas el resfriado.
Un beso a ti también.
Salud, entonces...
...hoy me desperté confusa, no recordaba cosas de anoche y no sé si por el dolor de neuronas (sí, sí...a veces duelen) o por culpa del bautizo de "guarramón"...espero q me ayudes a encontrarme...
A mí lo único que me recuerda a diario las fiestas navideñas es el montón de kilos que me he echado encima.
Ya intuía que me había "engordado un poquito" cuando el botón de mi vaquero favorito se negó a abrochar justo debajo de mi ombligo.
Ayer la nueva wii fit regalo de reyes me dio la terrible noticia "Estás por encima de los 22 de imc(24 creo recordar)" o sea "gordafoca!" (Creo que más de un wii fit de esos saldrá volando por nuestras ventanas de aquí a nada)
De todos modos creo que me he comprado la wiifit anorexic Olsen-Twin version porque nos ha dicho a todos que estábamos gordísimos y bueno, yo lo reconozco, pero mi cuñada mide 175 y lleva una 36.
Da lo mismo, que se me va el Romeo (que curiosa expresión esa de que se me va el Romeo...) que me he puesto como un tonelillo. Pero que a gusto!!!
Algunos se niegan a dejar de fumar.
Yo me niego a dejar de comer.
Camarero!!! Otra de pulpo a la gallega para la siete!!
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