Lema del día: Levantarse sólo sirve para tener más probabilidades de caerse de nuevo.
Hay quien colecciona cicatrices en el alma (qué bonito me ha quedado). Yo soy mucho más práctico, y si crío una cicatriz, mejor que esté a la vista. Algunos de los amiguitos ya sabreis de mi episodio de caída con labio partido, todo ello en condiciones no precisamente memorables, del sábado pasado, ese día que no iba a salir, y que terminé a las seis de la mañana tirado por los suelos del Puerto. Todos los que me han visto se han asustado mucho, y los he tenido que convencer de que, por mucho alcohol que lleve en el cuerpo, lo de pegarme golpes es algo genético. El cómo, en vez de la nariz, me partí el labio, es un misterio sólo comparable a aquella vez en mi pueblo, en casa de mis padres, en que me caí al suelo (también con considerable grado enólico) y me raspé la ceja contra la nada. Nadie es capaz de entenderlo (aunque muchos se rieran, no sin razón), pero Greeson está trabajando en ellou. Haciendo, pues, repaso a los golpes que me ha dado la vida, o, más bien, a los golpes que me he dado yo contra la vida, empezando por aquel con el sillón de mimbre cuya cicatriz adorna mi frente, he comenzado a creer que, si no existiera un alguien, a estas alturas yo ya no estaría en este mundo, y estaríais todos muy tristes, no me cabe duda. Por ello estoy planteandome que lo mismo existe un dios, y que es bueno y misericordioso, y todo eso... pero hasta que no presencie un milagro gordo, no me lo voy a terminar de creer (milagro como puede ser que Darek se venga conmigo, por ejemplo).
Como llevo tiempo sin escribir, daré novedades. Por fín he perdido peso en el gimnasio, y eso que con los carnavales he hecho lo que me ha dado la gana. El problema es que tras el golpe me duelen las paletas, y no puedo probar bocado que no sea blandito (aun menos otras cosas porque tengo los labios que parezco Cayetana de Alba), con lo que estoy a base de helados y congelados varios (llámense croquetas y bocaditos de queso) que no hace falta masticar. Con lo que de aquí a que me incorpore otra vez a la vida vigoréxica mucho me temo que ganaré lo que he perdido y más.
Por otra parte, espero que me feliciteis porque ya soy Drag King y Grip King en el Need for Speed. Pero aun así, todavía no me puedo comprar el Lamborghini murciélago. No sé a quién habrá que chupársela para eso, pero yo ahora mismo no estoy en condiciones.
Hay quien colecciona cicatrices en el alma (qué bonito me ha quedado). Yo soy mucho más práctico, y si crío una cicatriz, mejor que esté a la vista. Algunos de los amiguitos ya sabreis de mi episodio de caída con labio partido, todo ello en condiciones no precisamente memorables, del sábado pasado, ese día que no iba a salir, y que terminé a las seis de la mañana tirado por los suelos del Puerto. Todos los que me han visto se han asustado mucho, y los he tenido que convencer de que, por mucho alcohol que lleve en el cuerpo, lo de pegarme golpes es algo genético. El cómo, en vez de la nariz, me partí el labio, es un misterio sólo comparable a aquella vez en mi pueblo, en casa de mis padres, en que me caí al suelo (también con considerable grado enólico) y me raspé la ceja contra la nada. Nadie es capaz de entenderlo (aunque muchos se rieran, no sin razón), pero Greeson está trabajando en ellou. Haciendo, pues, repaso a los golpes que me ha dado la vida, o, más bien, a los golpes que me he dado yo contra la vida, empezando por aquel con el sillón de mimbre cuya cicatriz adorna mi frente, he comenzado a creer que, si no existiera un alguien, a estas alturas yo ya no estaría en este mundo, y estaríais todos muy tristes, no me cabe duda. Por ello estoy planteandome que lo mismo existe un dios, y que es bueno y misericordioso, y todo eso... pero hasta que no presencie un milagro gordo, no me lo voy a terminar de creer (milagro como puede ser que Darek se venga conmigo, por ejemplo).
Como llevo tiempo sin escribir, daré novedades. Por fín he perdido peso en el gimnasio, y eso que con los carnavales he hecho lo que me ha dado la gana. El problema es que tras el golpe me duelen las paletas, y no puedo probar bocado que no sea blandito (aun menos otras cosas porque tengo los labios que parezco Cayetana de Alba), con lo que estoy a base de helados y congelados varios (llámense croquetas y bocaditos de queso) que no hace falta masticar. Con lo que de aquí a que me incorpore otra vez a la vida vigoréxica mucho me temo que ganaré lo que he perdido y más.
Por otra parte, espero que me feliciteis porque ya soy Drag King y Grip King en el Need for Speed. Pero aun así, todavía no me puedo comprar el Lamborghini murciélago. No sé a quién habrá que chupársela para eso, pero yo ahora mismo no estoy en condiciones.