sábado, 27 de octubre de 2007

Llueve encima de mi.

Lema del día: Que buena es la inestabilidad.

Aunque la atmosférica me tiene frito. He decidido ampliar la letra de lo que escribía a sugerencia de algunos amiguitos que se iban a quedar ciegos, y es que la edad no perdona para nada. También intentaré hacer entradas más cortitas y más frecuentes, pa no cansar a nadie. Pero esto último sólo es una promesa como las electorales (ya veremos lo que hacemos dependiendo de las ganas que tengamos y de que las situaciones nos dejen).

Estoy inestable, como el tiempo. No se qué es lo que quiero, y me vuelvo a plantear millones de posibilidades que, supongo, como de costumbre, quedarán en la nada. A fin de cuentas todo consiste en que todo cambie para que todo siga igual.

En esa inestabilidad, y como era de prever, ha vuelto lo psicosomático, y estoy cogiéndome de la nariz. Habrá algunos que supongan que es porque ayer salí en manga corta, y, efectivamente, llovió encima de mi. Luego me sequé, seguí bebiendo, y aquí estoy. Como la canción de Mercedes Ferrer, me hubiera gustado más que lloviera dentro, había algún posible candidato, pero no pudo ser. Porque, como ya he dicho, la cosa al final sigue como tiene que seguir, y uno es muy suyo para sus cosas, con lo que delante de los amigos ni mijita.

El problema fundamental es que creo que mi catarro actual tiene que ver con ciertas negociaciones establecidas de un tiempo a esta parte, y que, preveo, no llegarán a ningún término beneficioso en ninguno de los sentidos, dado que si el cerebro te lo permite, en mi caso, el cuerpo te lo impide. Por mi, con que no venga Mati a visitarme, tengo bastante. Aunque después de la garrafa de anoche, ha estado a punto. ¿Quién necesita Duphalac cuando hay bares de copas?

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