Por muy agradable que sea una visita, al final terminas sintiendo que en tu casa sobra gente, y que esa gente, evidentemente, no eres tú. Sobre todo para alguien que lleva ya demasiado tiempo viviendo solo y sin ganas de convivir con alguien, y menos si tiene los despertares que yo tengo.
Pues bien, acabo de empaquetar la última visita de la temporada (la última visita prevista, imprevistas pueden llegar unas cuantas) camino del aeropuerto y, como forma de volver a incorporarme a mi rutina habitual, he decidido volver a actualizar este blog, si bien esas actualizaciones, memorias vacacionales aparte, son cada vez menos.
Y para actualizar, nada mejor que comentar la mejor parte de la visita. Mejor parte que, en realidad, se hubiera producido con y sin visita, es lo que tienen las fiestas de pueblo, que aunque no haya nadie de fuera, se siguen celebrando, y gracias a las cuales, creo, el que me ocupen mi casa durante más de una semana me ha resultado muy llevadero.
Han sido dos. Para empezar me estrené en el noble arte de las romerías, concretamente en la de Santa Brígida. En realidad las romerías son iguales en todas partes, por lo menos las que yo conozco. Todo consiste en que hay una imagen a la que se va a adorar y que, mayormente, sirve de excusa para organizar una fiesta donde lo importante es beber y comer y beber más. La diferencia de las romerías canarias con las andaluzas, por ejemplo, es que, a diferencia de las de allí, donde el traje de "romera" (llámese al vestido de faralaes o rociero) sólo lo llevan ellas, y no todas, aquí la mayoría de la gente se viste de típico. Incluido yo. Hay fotos por ahí que lo atestiguan. Traje de típico que no era de típico típico y que me compré media hora antes de coger la guagua para subir a la celebración, por otra parte.
Lo demás es lo de siempre. Se hacen ofrendas a la imagen, se camina por el pueblo con la cerveza en la mano, y, en este caso, se termina en una verbena con actuaciones y bailando y entablando conversación con todo el que te encuentras. A mi hasta me felicitaron el cumpleaños a saltos cuando lo dijo el señor de la orquesta. Eso sí, desde entonces me llamo Alexis.
Segunda fiesta popular, y la más mejor fiesta de toda la historia de las fiestas: la Rama de Agaete. Creo que ya lo puse en algún post el año pasado. A mi la Rama me encanta, y pienso seguir yendo caiga cuando caiga a lo largo de la semana. Consiste en que en Agaete, pueblo grancanario precioso, el 4 de agosto, y tras una noche de farra poco recomendable (por tradición cada año apuñalan a alguien), suben al monte a recoger ramas, y bajan al son de la Banda de Agaete, pidiendo con ella agua, aunque rociados en cerveza, hasta el Puerto de las Nieves, donde ya todo el mundo termina bañándose. Esa es la fiesta de día, fiesta que viene desde no se cuantos días antes y se prolonga algún día más. El buen rollo es la norma y se puede hacer ejercicio de forma divertida (los bailes consisten fundamentalmente en agacharse y dar saltos) durante las siete u ocho horas que dura el paseito de apenas dos kilómetros. Yo sigo diciendo que hay que vivirla para saber lo fantástica que es. Y sigo invitando a quien quiera venir. La bajada es el 4 de agosto, el año que viene cae en martes. Os dejo fotito de hace unos años de la página de Noticias Canarias.
Y poquito más de momento. El resto del tiempo se ha dedicado a comer fuera, dar vueltas, ir a la playa... y no descansar ni un segundo que es lo que hay que hacer cuando hay visitas. En fin, que me voy a acostar ya mismo. Felices sueños.
Pues bien, acabo de empaquetar la última visita de la temporada (la última visita prevista, imprevistas pueden llegar unas cuantas) camino del aeropuerto y, como forma de volver a incorporarme a mi rutina habitual, he decidido volver a actualizar este blog, si bien esas actualizaciones, memorias vacacionales aparte, son cada vez menos.
Y para actualizar, nada mejor que comentar la mejor parte de la visita. Mejor parte que, en realidad, se hubiera producido con y sin visita, es lo que tienen las fiestas de pueblo, que aunque no haya nadie de fuera, se siguen celebrando, y gracias a las cuales, creo, el que me ocupen mi casa durante más de una semana me ha resultado muy llevadero.
Han sido dos. Para empezar me estrené en el noble arte de las romerías, concretamente en la de Santa Brígida. En realidad las romerías son iguales en todas partes, por lo menos las que yo conozco. Todo consiste en que hay una imagen a la que se va a adorar y que, mayormente, sirve de excusa para organizar una fiesta donde lo importante es beber y comer y beber más. La diferencia de las romerías canarias con las andaluzas, por ejemplo, es que, a diferencia de las de allí, donde el traje de "romera" (llámese al vestido de faralaes o rociero) sólo lo llevan ellas, y no todas, aquí la mayoría de la gente se viste de típico. Incluido yo. Hay fotos por ahí que lo atestiguan. Traje de típico que no era de típico típico y que me compré media hora antes de coger la guagua para subir a la celebración, por otra parte.
Lo demás es lo de siempre. Se hacen ofrendas a la imagen, se camina por el pueblo con la cerveza en la mano, y, en este caso, se termina en una verbena con actuaciones y bailando y entablando conversación con todo el que te encuentras. A mi hasta me felicitaron el cumpleaños a saltos cuando lo dijo el señor de la orquesta. Eso sí, desde entonces me llamo Alexis.
Segunda fiesta popular, y la más mejor fiesta de toda la historia de las fiestas: la Rama de Agaete. Creo que ya lo puse en algún post el año pasado. A mi la Rama me encanta, y pienso seguir yendo caiga cuando caiga a lo largo de la semana. Consiste en que en Agaete, pueblo grancanario precioso, el 4 de agosto, y tras una noche de farra poco recomendable (por tradición cada año apuñalan a alguien), suben al monte a recoger ramas, y bajan al son de la Banda de Agaete, pidiendo con ella agua, aunque rociados en cerveza, hasta el Puerto de las Nieves, donde ya todo el mundo termina bañándose. Esa es la fiesta de día, fiesta que viene desde no se cuantos días antes y se prolonga algún día más. El buen rollo es la norma y se puede hacer ejercicio de forma divertida (los bailes consisten fundamentalmente en agacharse y dar saltos) durante las siete u ocho horas que dura el paseito de apenas dos kilómetros. Yo sigo diciendo que hay que vivirla para saber lo fantástica que es. Y sigo invitando a quien quiera venir. La bajada es el 4 de agosto, el año que viene cae en martes. Os dejo fotito de hace unos años de la página de Noticias Canarias.
Y poquito más de momento. El resto del tiempo se ha dedicado a comer fuera, dar vueltas, ir a la playa... y no descansar ni un segundo que es lo que hay que hacer cuando hay visitas. En fin, que me voy a acostar ya mismo. Felices sueños.
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