Definitivamente. Cada vez que voy a Ikea me doy más cuenta de ello. Independientemente de todos los artilugios inútiles para la cocina que somos capaces de comprar (yo, por ejemplo, tengo tres cuchillos de pan distintos), nos venden muebles, a precios no tan bajos como parecen en los anuncios (lo barato es simplemente un cebo para que te fijes en lo más caro, que es más mono), y nos obligan a montarlos, si no queremos que nos salgan tan caros como si los hubiéramos comprado en La Oca, con calidad bastante inferior. Y todos caemos.
Yo necesitaba hace tiempo una mesa auxiliar. Bueno, necesitar, necesitar esas cosas no se necesitan, sólo se da uno cuenta de lo bien que quedaría el teléfono en otro sitio. Así que ayer fui a Ikea a buscar una (ya había ido hace un par de meses gastándome lo más grande en miles de cosas, la mayoría de las cuales, por supuesto, no he utilizado), y volví con la mesa, una cubertería, cojines, cuchillos varios, unos cuencos que todavía no se para qué usaré (pero que son muy monos), moldes de silicona para hielo (como se os ocurra meterlos en el horno despediros de él)... y un armario tipo taquilla que ya tuve en Sevilla, pero que mi tía se quedó en la mudanza, porque con lo que costaba, no me decidí a traerlo ya que me iba a salir más caro el collar que el perro.
Tras tomarme unas cervezas después y decidir que el armario de taquilla iba a ir en el sitio donde tenía el aparador en mi dormitorio (y cambiar este de sitio a las once de la noche para deleite de los oídos de mis vecinos de abajo), hoy he llegado del trabajo dispuesto a montar los dos muebles. Y ahí quería llegar.
Resulta que el armario, que es el mismo que tenía en Sevilla, y que monté y desmonté varias veces, lo han cambiado. No forma ni color, sino en el modo de montarlo. Lo que resulta absolutamente increíble es que tres años después, y después de mucha ingeniería sueca, resulte mucho más complicado montarlo y dejarlo bien que el que yo tenía antes. Y para eso, es como el que diseñó la T4, hay que ser muy listo para hacer difícil lo que podía haber sido simplísimo. Y doy datos fidedignos para que lo comprobeis:
La primera vez que monté este mueble, allá por 2005, pedí estorbo a mi amiga Lna. Tras pelearnos, montarlo mal y tener que desmontarlo, volver a pelearnos por los dibujitos que lo explican, hartarlos de reír por nuestra propia inutilidad y terminar de montarlo, tardamos, aproximadamente, cuarenta y cinco minutos. Bien, pues en esta ocasión, yo solo (que me valgo mucho mejor que acompañado), habiendo montado y desmontado el anterior unas cuantas veces, y sabiendo cómo se hacía y dónde estaba el truco del montaje para que no hubiera que desmontarlo entero al final (porque tiene truco) he tardado hora y media. Y he sudado más que tras salir de la elíptica. Y además no ha quedado del todo bien.
Después de eso, he montado con más paciencia todavía, la mesa auxiliar. En total tres horitas y cuarto montando muebles, y haciendo músculos en el antebrazo. Y con agujetas en los dedos. En fin, que ya habeis visto en foto el resultado: el armario Ikea PS y la mesa Svalo.
P.D.: Por si no queda claro, ME CAGO EN IKEA. (Hasta la próxima vez que vaya, si yo me conozco).
Yo necesitaba hace tiempo una mesa auxiliar. Bueno, necesitar, necesitar esas cosas no se necesitan, sólo se da uno cuenta de lo bien que quedaría el teléfono en otro sitio. Así que ayer fui a Ikea a buscar una (ya había ido hace un par de meses gastándome lo más grande en miles de cosas, la mayoría de las cuales, por supuesto, no he utilizado), y volví con la mesa, una cubertería, cojines, cuchillos varios, unos cuencos que todavía no se para qué usaré (pero que son muy monos), moldes de silicona para hielo (como se os ocurra meterlos en el horno despediros de él)... y un armario tipo taquilla que ya tuve en Sevilla, pero que mi tía se quedó en la mudanza, porque con lo que costaba, no me decidí a traerlo ya que me iba a salir más caro el collar que el perro.
Tras tomarme unas cervezas después y decidir que el armario de taquilla iba a ir en el sitio donde tenía el aparador en mi dormitorio (y cambiar este de sitio a las once de la noche para deleite de los oídos de mis vecinos de abajo), hoy he llegado del trabajo dispuesto a montar los dos muebles. Y ahí quería llegar.
Resulta que el armario, que es el mismo que tenía en Sevilla, y que monté y desmonté varias veces, lo han cambiado. No forma ni color, sino en el modo de montarlo. Lo que resulta absolutamente increíble es que tres años después, y después de mucha ingeniería sueca, resulte mucho más complicado montarlo y dejarlo bien que el que yo tenía antes. Y para eso, es como el que diseñó la T4, hay que ser muy listo para hacer difícil lo que podía haber sido simplísimo. Y doy datos fidedignos para que lo comprobeis:
La primera vez que monté este mueble, allá por 2005, pedí estorbo a mi amiga Lna. Tras pelearnos, montarlo mal y tener que desmontarlo, volver a pelearnos por los dibujitos que lo explican, hartarlos de reír por nuestra propia inutilidad y terminar de montarlo, tardamos, aproximadamente, cuarenta y cinco minutos. Bien, pues en esta ocasión, yo solo (que me valgo mucho mejor que acompañado), habiendo montado y desmontado el anterior unas cuantas veces, y sabiendo cómo se hacía y dónde estaba el truco del montaje para que no hubiera que desmontarlo entero al final (porque tiene truco) he tardado hora y media. Y he sudado más que tras salir de la elíptica. Y además no ha quedado del todo bien.
Después de eso, he montado con más paciencia todavía, la mesa auxiliar. En total tres horitas y cuarto montando muebles, y haciendo músculos en el antebrazo. Y con agujetas en los dedos. En fin, que ya habeis visto en foto el resultado: el armario Ikea PS y la mesa Svalo.
P.D.: Por si no queda claro, ME CAGO EN IKEA. (Hasta la próxima vez que vaya, si yo me conozco).
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