martes, 29 de marzo de 2011

Historia de amor

Lema del día: Podríamos imprimir los propósitos de enmienda. Al menos así podrían servir para limpiarnos el culo.

Todo comenzó una hermosa tarde primaveral.
Yo había salido de casa y me encontraba paseando por un parque.
De repente, me di cuenta de que alguien me miraba, y no tenía cara de asesino múltiple.
De hecho, era bastante guapo.
Como no podía ser de otra manera en mi, me puse tan nervioso que empecé a zigzaguear al andar y me tropecé contra un ciprés.
Él se acercó y me dijo Hola.
Yo, como no podía ser de otra manera en mi, le ladré de la forma más espeluznante que pude.
Él se dio cuenta de que me gustaba y no se fue. De hecho sonrió.
Empezó a confesar que me había visto antes y que por fin se había decidido a acercarse.
Yo volví a ladrar, como no podía ser de otra manera en mi, y él respondió de forma inteligentísima.
Era de esos hombres a los que cuando abren la boca no te entran ganas de abofetear.
Nos fuimos a casa y tuvimos nuestra primera tarde-noche de sexo frenético.
A partir de ahí todo fue muy rápido. Seguimos viéndonos, nos presentamos a nuestros amigos, a nuestras familias y sin darnos cuenta, estábamos firmando los papeles de la boda.
Después nos compramos un filipinito, un vietnamitita y un etiopito.
¡¡Me desperte sudando, macho!!


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