Dylan lo cantaba hace ya unos cuantos años. Pero por desgracia para nos, el cambio no tenía nada que ver con lo deseable.
No voy a disertar, porque ya lo he hecho antes y lo han hecho muchos otros acerca de cómo hemos ido a parar a la tiranía de lo correcto (que no de lo bueno), y dentro de lo correcto a la tiranía de lo saludable (que no de la salud) y de la apariencia (que no de lo bonito). Pero podría.
Solo que ya estoy harto de quejarme de las estupideces de estos políticos que se preocupan más del decir que del hacer y que son capaces de amenazar con modificar una ley con apenas un mes de recorrido con tal de contentar a la minoría gritona que quiere representar (y no necesariamente representa) a la mayoría en el hábito, demostrando así la coherencia de sus decisiones (y si, me refiero a La Churretosa, a la Ley anti-fumadores y a las Sociedades Gastronómicas). Así que me remitiré a los hechos.
No teníamos suficiente con que en las tascas no haya humo (con lo que siempre ha vestido el humo en las tascas) sino que ahora esos mismos que van de saludables y aparentes han decidido invadirlo todo incluyendo dichas tascas donde lo que se hace es venerar al exceso de alcohol y grasa.
Y cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo aparece uno de esos señores que tiene como guía espiritual esa cosa llamada Mujeres, Hombres y viceversa, mezclando músculos producto de los anabolizantes, depilaciones, jerseys de hilo que quedan estrechos (¿cómo puede quedar estrecho un jersey de hilo si va en contra del concepto mismo?) y pañuelos palestinos estilo Cospe con verborrea vociferante en tono de exaltación de la amistad perpetua como símbolo del buen rollo, y se mete en un sitio donde se va a comer jamón, queso en aceite y morcillas.
Yo por poco vomito anoche, miren ustedes. Y no es sólo porque crea que vamos camino de que en los menús de las tascas aparezca el tofú como plato principal, sino porque me imagino un mundo donde esta clase de individuos descerebrados tan pagados de si mismos que no permiten que los demás los ignoremos sanamente, entre otras cosas porque no tienen cerebro suficiente para concebir que molestan, que lo invaden todo y no nos dejan un resquicio a los que creemos que el ser simpático e incluso gracioso no tiene nada que ver con el ser correcto ni exhibicionista.
Ahora mismo, de hecho, estoy volviendo a plantearme si me tiro al tren o al maquinista.
No voy a disertar, porque ya lo he hecho antes y lo han hecho muchos otros acerca de cómo hemos ido a parar a la tiranía de lo correcto (que no de lo bueno), y dentro de lo correcto a la tiranía de lo saludable (que no de la salud) y de la apariencia (que no de lo bonito). Pero podría.
Solo que ya estoy harto de quejarme de las estupideces de estos políticos que se preocupan más del decir que del hacer y que son capaces de amenazar con modificar una ley con apenas un mes de recorrido con tal de contentar a la minoría gritona que quiere representar (y no necesariamente representa) a la mayoría en el hábito, demostrando así la coherencia de sus decisiones (y si, me refiero a La Churretosa, a la Ley anti-fumadores y a las Sociedades Gastronómicas). Así que me remitiré a los hechos.
No teníamos suficiente con que en las tascas no haya humo (con lo que siempre ha vestido el humo en las tascas) sino que ahora esos mismos que van de saludables y aparentes han decidido invadirlo todo incluyendo dichas tascas donde lo que se hace es venerar al exceso de alcohol y grasa.
Y cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo aparece uno de esos señores que tiene como guía espiritual esa cosa llamada Mujeres, Hombres y viceversa, mezclando músculos producto de los anabolizantes, depilaciones, jerseys de hilo que quedan estrechos (¿cómo puede quedar estrecho un jersey de hilo si va en contra del concepto mismo?) y pañuelos palestinos estilo Cospe con verborrea vociferante en tono de exaltación de la amistad perpetua como símbolo del buen rollo, y se mete en un sitio donde se va a comer jamón, queso en aceite y morcillas.
Yo por poco vomito anoche, miren ustedes. Y no es sólo porque crea que vamos camino de que en los menús de las tascas aparezca el tofú como plato principal, sino porque me imagino un mundo donde esta clase de individuos descerebrados tan pagados de si mismos que no permiten que los demás los ignoremos sanamente, entre otras cosas porque no tienen cerebro suficiente para concebir que molestan, que lo invaden todo y no nos dejan un resquicio a los que creemos que el ser simpático e incluso gracioso no tiene nada que ver con el ser correcto ni exhibicionista.
Ahora mismo, de hecho, estoy volviendo a plantearme si me tiro al tren o al maquinista.