Lema del día: Si me queréis, haced que me vaya.
Resulta complicado, sobre todo cuando se vive en crisis perpetua con tu mismo modo de ser, decidir el momento oportuno para lo que sea, y ese momento oportuno, cuando decides que llega, nunca lo termina de parecer.
Hubo en mi vida un último momento muy oportuno, hace ya más de cinco años, donde, por circunstancias externas y dejándome llevar por unos instintos a los que no suelo hacer el necesario caso, cambié orientación y ubicación y terminé aquí, en todos los sentidos.
Muchos otros hubo antes, mal aprovechados, y algunos ha habido posteriormente, a los que tampoco he sabido sacarle todo el jugo posible.
Hoy, día de Todos los Santos, y cuando el ánimo se prepara para que mañana venga el Día de los Difuntos, vuelve a parecer un momento oportuno para algo, aunque todavía no sepa para qué, pero sé que algo debe morir. Ante todo porque si no muere ese "algo", será imposible llegar a la nueva vida que hace demasiados momentos oportunos que intento que tome asiento en mi interior.
Una nueva vida que, por más que anhele, depende de modificar demasiados factores propios, el más importante quizás, el hacer oportuno el momento y dejar de dar vueltas acerca de la conveniencia o no de dejar actuar a lo instintivo, a eso que llevaba tanto tiempo dormido que ahora no sé cómo manejar. Y eso que, siendo francos, tampoco me fue tan mal en el pasado.
La única duda, y siempre hay una cuando se vive en esta perpetua desazón con tus virtudes y defectos, es si, nuevamente, el aprovechar el que hemos decidido que sea el momento oportuno conducirá a lo mismo de siempre. Porque, y eso sí que lo reconozco, estoy ahora mismo igual que estaba hace seis años. Y quince también.