Llevo demasiado tiempo perdido, y no sólo de este blog.
Que nunca tuve demasiado claro cuál era mi camino tendrán constancia los lectores habituales, esos que no sé si conservo de puro maltrato por omisión, pero últimamente mis pasos son tan zigzagueantes y confusos como si estuviera todo el día embriagado.
Y no es de amor, o sí o no se sabe.
El hecho es que cuando ya finalizo una semana espantosa de lo que vienen siendo dos meses espantosos dentro de un año que se ha decidido a no ser mejor que los anteriores, echo de menos mis orígenes y me apetece volver por mis fueros, aunque sea en forma de columna puntual que, creo, debo a los que todavía os acordáis de esta bitácora y tenéis a bien insinuármelo.
El propósito será hacerlo más a menudo, no ya por débitos, sino porque me recuerdo más centrado cuando podía expresar libremente mi pensamiento (y cuitas y quejas vitales) en menos de ciento cuarenta caracteres. Y, sinceramente, en estos momentos necesito un tablón en el que apoyarme. Para no acabar en el lodo.
Desorientados saludos.
Que nunca tuve demasiado claro cuál era mi camino tendrán constancia los lectores habituales, esos que no sé si conservo de puro maltrato por omisión, pero últimamente mis pasos son tan zigzagueantes y confusos como si estuviera todo el día embriagado.
Y no es de amor, o sí o no se sabe.
El hecho es que cuando ya finalizo una semana espantosa de lo que vienen siendo dos meses espantosos dentro de un año que se ha decidido a no ser mejor que los anteriores, echo de menos mis orígenes y me apetece volver por mis fueros, aunque sea en forma de columna puntual que, creo, debo a los que todavía os acordáis de esta bitácora y tenéis a bien insinuármelo.
El propósito será hacerlo más a menudo, no ya por débitos, sino porque me recuerdo más centrado cuando podía expresar libremente mi pensamiento (y cuitas y quejas vitales) en menos de ciento cuarenta caracteres. Y, sinceramente, en estos momentos necesito un tablón en el que apoyarme. Para no acabar en el lodo.
Desorientados saludos.