Lema del día: Como Manu Chao me venga a pedir royalties lo denuncio por publicidad engañosa.
Desde que abandoné este blog casi definitivamente (y ya van más de dos meses) no es que mi vida haya sufrido cambios importantes, no os preocupéis. Es que he sustituido mi necesidad de contar cosas a desconocidos vía blogger por contar cosas a desconocidos vía tuiter.
Y sí, a Alejandro Sanz parece que le hubiera afectado el (presunto) uso de estupefacientes, David Bisbal parece tener las neuronas justas para no mearse encima y Anita Obregón (que así se hace llamar la eterna adolescente) parece no poder ser más tonta por falta de entrenamiento o exceso de silicona.
Y en medias he descubierto que no soy el más bestia del lugar, a pesar de lo que creía, y que tampoco soy, ni mucho menos, el más interesante e ingenioso, cosa que desde que os conocí a vosotros tampoco tenía muy claro.
Lo que si parezco haber recuperado es la esperanza en que no toda la humanidad ajena a la microcomunidad bloguera formada es imbécil de remate y, será por eso precisamente, me he dado cuenta de que últimamente he vuelto a estar en circulación y no está yendo mal del todo, incluyendo amigos que ayudan sin pedirlo.
Aparte de esto, cogí el baúl como todos los años por esta época y estuve en Praga, luego vino La Teniente de visita y hace una semana llegué de la maravillosa Escocia donde, para llevar la contraria como de costumbre, comimos y bebimos estupendamente. Eso sí, teniendo en cuenta que nos hartamos de andar por el campo (eso que las agencias de viajes llaman "senderismo" para intentar hacerlo menos lamentable) llegamos en un punto que bien nos podrían haber sacrificado para hacer jamones.
Todo esta parrafada sirva para justificar lo injustificable y, sobre todo, porque ahí era donde quería llegar, para desde aquí denunciar la infravaloración que sufren productos como el alquitrán, el hormigón y el cemento armado, gracias a los cuales nuestra vida es mejor. Y los paseos por el campo serían la hostia, oigan.
Desde que abandoné este blog casi definitivamente (y ya van más de dos meses) no es que mi vida haya sufrido cambios importantes, no os preocupéis. Es que he sustituido mi necesidad de contar cosas a desconocidos vía blogger por contar cosas a desconocidos vía tuiter.
Y sí, a Alejandro Sanz parece que le hubiera afectado el (presunto) uso de estupefacientes, David Bisbal parece tener las neuronas justas para no mearse encima y Anita Obregón (que así se hace llamar la eterna adolescente) parece no poder ser más tonta por falta de entrenamiento o exceso de silicona.
Y en medias he descubierto que no soy el más bestia del lugar, a pesar de lo que creía, y que tampoco soy, ni mucho menos, el más interesante e ingenioso, cosa que desde que os conocí a vosotros tampoco tenía muy claro.
Lo que si parezco haber recuperado es la esperanza en que no toda la humanidad ajena a la microcomunidad bloguera formada es imbécil de remate y, será por eso precisamente, me he dado cuenta de que últimamente he vuelto a estar en circulación y no está yendo mal del todo, incluyendo amigos que ayudan sin pedirlo.
Aparte de esto, cogí el baúl como todos los años por esta época y estuve en Praga, luego vino La Teniente de visita y hace una semana llegué de la maravillosa Escocia donde, para llevar la contraria como de costumbre, comimos y bebimos estupendamente. Eso sí, teniendo en cuenta que nos hartamos de andar por el campo (eso que las agencias de viajes llaman "senderismo" para intentar hacerlo menos lamentable) llegamos en un punto que bien nos podrían haber sacrificado para hacer jamones.
Todo esta parrafada sirva para justificar lo injustificable y, sobre todo, porque ahí era donde quería llegar, para desde aquí denunciar la infravaloración que sufren productos como el alquitrán, el hormigón y el cemento armado, gracias a los cuales nuestra vida es mejor. Y los paseos por el campo serían la hostia, oigan.