El final del verano llegó. O eso al menos parecía esta mañana. El primero de septiembre amaneció lloviendo y con más tráfico de lo que se había venido observando en todo el verano. Pero esta tarde, aunque el cielo sigue nublado (y es que gracias a la panza de burro que se emplaza en el cielo de Las Palmas de Gran Canaria desde junio, llevo sin ver el sol desde...) sufrimos el mismo bochorno que el resto del tiempo. Con lo que de que llegó el final del verano... pues va a ser que no, meteorológicamente. Claro que para mi si terminó, desafortunadamente.
Como todos los años de un tiempo a esta parte, me tomo unos días libres en el mes de agosto para descansar del resto del verano, que es lo suficientemente traumático en lo laboral como para tirarse unos días a la bartola. Y eso es lo que he hecho durante diez días, para perjuicio de mi hígado por la cantidad de cerveza consumida, mis rodillas por los kilos ganados y mi vista por las horas frente a la televisión. Además de poder terminar de ver todas las temporadas (y digo bien, temporadas) que me faltaban de Earl, Mujeres desesperadas, Vaca y pollo, Dexter... y algunas otras películas, he aprovechado para tirar papeles y que, sin embargo, todo siga tan desordenado como siempre. Es lo que tiene el orden, que no es completo.
Las minivacaciones dieron dos marchas de distinto estilo. Mientras el jueves Dareka y yo nos tirábamos media noche haciendo pompas de jabón y amistades con camareros en un bar medio vacío, el sábado salía con el grupito en plan más tradicional, poniendo perdido el mantel del mejor japonés de Las Palmas gracias a la fondue, y tomando mojitos en un bar del que no aprenderemos que cada vez que vamos salimos buscando aire.
En fin, que entre sofá y calle me lo he pasado muy bien y he descansado lo suficiente de la gente como para volver a tener ganas de ver a los habituales. Eso sí, una nueva duda recorre mi mente de un tiempo a esta parte, duda que estos días estoy intentando resolver a base de post-it y muchos señaladores: ¿para las vacaciones del año que viene voy definitivamente a Brasil, o me inclino por un país que siempre he querido recorrer, Canadá? Todo dependerá de quien me acompañe a un sitio u otro, pero yo voy a seguir haciendo planificación del uno y del otro para por si las moscas. Eso sí, para hacer los viajes que quiero, necesito cogerme un par de excedencias. No creo que mi jefe me deje. Lo mismo me voy al paro.
Como todos los años de un tiempo a esta parte, me tomo unos días libres en el mes de agosto para descansar del resto del verano, que es lo suficientemente traumático en lo laboral como para tirarse unos días a la bartola. Y eso es lo que he hecho durante diez días, para perjuicio de mi hígado por la cantidad de cerveza consumida, mis rodillas por los kilos ganados y mi vista por las horas frente a la televisión. Además de poder terminar de ver todas las temporadas (y digo bien, temporadas) que me faltaban de Earl, Mujeres desesperadas, Vaca y pollo, Dexter... y algunas otras películas, he aprovechado para tirar papeles y que, sin embargo, todo siga tan desordenado como siempre. Es lo que tiene el orden, que no es completo.
Las minivacaciones dieron dos marchas de distinto estilo. Mientras el jueves Dareka y yo nos tirábamos media noche haciendo pompas de jabón y amistades con camareros en un bar medio vacío, el sábado salía con el grupito en plan más tradicional, poniendo perdido el mantel del mejor japonés de Las Palmas gracias a la fondue, y tomando mojitos en un bar del que no aprenderemos que cada vez que vamos salimos buscando aire.
En fin, que entre sofá y calle me lo he pasado muy bien y he descansado lo suficiente de la gente como para volver a tener ganas de ver a los habituales. Eso sí, una nueva duda recorre mi mente de un tiempo a esta parte, duda que estos días estoy intentando resolver a base de post-it y muchos señaladores: ¿para las vacaciones del año que viene voy definitivamente a Brasil, o me inclino por un país que siempre he querido recorrer, Canadá? Todo dependerá de quien me acompañe a un sitio u otro, pero yo voy a seguir haciendo planificación del uno y del otro para por si las moscas. Eso sí, para hacer los viajes que quiero, necesito cogerme un par de excedencias. No creo que mi jefe me deje. Lo mismo me voy al paro.